Yuri Herrera pasó muchas noches en Ciudad Juárez escuchando música, hablando con gente, leyendo sobre el mundo de los narcotraficantes.

Aquel lugar fronterizo con los Estados Unidos, donde la vida se mueve por un filo estrecho, es el escenario de Trabajos del reino , una novela sobre, como dice su autor, "un rey y un artista de la corte": un capo de la droga y un cantante, que es contratado por aquel para que componga la música y la letra de la historia y los sentimientos de la comunidad de delincuentes donde vive.

"No quería ni hacer una novela histórica ni escribir otra novela sobre el narcotráfico", aclara Herrera, que esta semana viajó a España para presentar su obra en León y Madrid.

"Decidí que utilizaría el léxico fronterizo, la textura del desierto, el imaginario del narcotráfico, para desarrollar la trama, pero sin mencionar directamente estos ingredientes".

Herrera y su familia vivieron en un entorno de crímenes y política, en un país dominado hasta hace poco por el mismo partido durante casi un siglo y miembros de su familia pasaron años en la oposición, "a veces difícilmente".

Tampoco en el interior de la casa familiar faltó este mundo turbio, eso sí literariamente. Su padre amaba las novelas negras de Dashiell Hammett, Raymond Chandler, Ross MacDonald o Chester Himes. De manera que aunque Trabajos del reino no trata sobre esos temas: la militancia, el régimen del PRI, el acoso a los opositores, la formación de Herrera en un ambiente así, sí influyó en su visión del poder y de "sus sótanos oscuros", que ha trasladado a esta obra.

La historia del músico sin formación pero con talento está descrita con un lenguaje sonoro. En sus páginas suena a desierto, a canciones de cantinas, a los espacios por donde discurre el compositor, maltratado por la vida, que "asume que su trabajo es importante, y se hace consciente de su necesidad de ser independiente".

Embarcado en una nueva novela, completamente distinta de Trabajos sobre el reino , y que aborda a tres personajes que luchan por comprenderse y comprender a los demás, Herrera ha ampliado su visión del mundo convirtiéndose en un inmigrante, privilegiado eso sí, con papeles y un sueldo en la Universidad de California en Estados Unidos. Allí cursa el doctorado en Lengua y Literatura Hispánica.

Desde allí añora "ciertos sabores de México y mucha gente; pero también la rabia por todas las cosas terribles a las que nos hemos acostumbrado: el racismo hacia los pueblos indios, la obscenamente desigual distribución de la riqueza, la modernización de las formas de acoso a la oposición de izquierda que se atreve a señalar esas cuentas pendientes (se habrá ido el PRI, pero los panistas han aprendido rápidamente los mecanismos autoritarios)".