Con paso lento, pero decidido y constante, cargando a sus espaldas la misma bolsa negra con la que el 29 de noviembre abandonó la prisión de Herrera de la Mancha (Ciudad Real), Miguel Ricart se alejaba de Barcelona andando por el arcén de la C-31, el viernes por la noche. Cuando pasaban diez o quince minutos de las once de la noche, el hombre enfilaba el tramo elevado que cruza la Ronda del Litoral y el río Besòs. Hacía frío. Con un gorro cubriéndole prácticamente la cabeza, su silueta oscura, fantasmal, era intermitentemente desvelada por los faros de los coches que salían de Barcelona hacia Badalona y el Maresme. El único condenado por el crimen de las tres niñas de Alcàsser prosiguió su camino hasta que, ya de madrugada, un responsable de seguridad de la autopista le alcanzó con su vehículo y le ordenó abandonar el arcén de la vía rápida. Ricart dejó la autopista y deambuló hasta encontrar refugio junto a las vías del tren, donde durmió buena parte del día de ayer.

Ayer por la tarde compró en una estación del Maresme un billete para regresar a Barcelona. Pero, completamente desorientado, subió a un tren que le llevó en dirección contraria, hacia Maçanet de la Selva.

Desde que el jueves pasadas las dos de la tarde llegó a la estación del Nord de Barcelona en un autocar que lo trasladó desde Córdoba, Ricart ha vivido como un vagabundo. Bajo la atenta y siempre discreta vigilancia de dos Mosos d'Esquadra de paisano que no le pierden de vista, el hombre durmió su primera noche en el interior de la estación. Su presencia pasó desapercibida entre los numerosos mendigos que al anochecer se reúnen en la estación en busca de un cobijo contra el frío.

LOS TRINITARIOS El resto del jueves, Ricart no se movió de la estación. El que para muchos es el mismo diablo, temía ser reconocido, perseguido y nuevamente rechazado. Viajó desde Córdoba, adonde había ido con la idea de ser acogido por la orden religiosa de los Trinitarios, ya que dos de sus sacerdotes trabajan en la cárcel de Herrera de la Mancha. Pero en esa ciudad nadie le esperaba y los curas le dijeron que no podía quedarse. Abatido, se dirigió de madrugada a la estación de autobuses de Córdoba, donde compró un billete con destino a Barcelona.

Hasta la capital catalana viajó solo, acurrucado sin hablar con nadie en la última fila del autocar, y acompañado por dos policías nacionales que lo vigilaban a distancia y que alertaron a los mossos cuando el vehículo entró en Cataluña.

Durante ese primer día en la estación del Nord, Ricart permaneció acurrucado en un banco del interior. Apenas se movió. El día transcurrió tranquilo. En algunos momentos parecía que esperaba a alguien. Nadie llegó.

El viernes, tras asearse en los baños públicos de la estación y desayunar en un bar sin que nadie le reconociera, Ricart decidió salir a estirar las piernas. Primero se acercó hasta una peluquería regentada por chinos. Le afeitaron el bigote con el que se le vio abandonar la prisión, y se hizo cortar el pelo. El hombre sabía que sus primeras imágenes, liberado de la capucha, y conseguidas con una cámara oculta durante los primeros días que estuvo en Madrid, ya habían sido emitidas y publicadas. Por eso intentó cambiar de imagen. Salió de la cárcel con 400 euros, la primera de una paga mensual que recibirá durante 18 meses.

Es difícil reconocerlo. Sus 21 años en prisión, han dejado huella en este hombre de pequeña estatura y cuerpo menudo. Cuando dejó la cárcel, vistió con muchas prendas de ropa, una encima de otra, para despistar y aparentar más envergadura.

Y logró pasar desapercibido. El viernes, tras pasar por la peluquería paseó hasta un centro comercial donde contempló boquiabierto los escaparates. Nadie reparó en el aspecto algo sucio y dejado de aquel hombre.

ANGLES, DESAPARECIDO Ricart ingresó en prisión en 1993, y cuatro años después fue condenado a 170 por el secuestro, violación y asesinato de las tres niñas de Alcàsser. Antonio Anglés, presunto autor de los disparos, sigue fugado.

Ricart debió haber salido de prisión en el 2011, pero se le aplicó la doctrina Parot, que lo habría tenido encarcelado hasta enero del 2023 si el Tribunal de Estrasburgo no la hubiera tumbado. El día que se le comunicó su excarcelación pensó que era una broma.