Los aficionados y los periodistas deportivos parecen anestesiados desde que la selección española ganó el Mundial de Sudáfrica. Unos y otros coinciden en minimizar la mala actuación de la Roja durante sus últimos partidos alegando que tiene licencia para perder porque es campeona de Europa y del Mundo. No puedo estar más en desacuerdo. Resulta una paradoja que estos títulos, ganados con buen juego y buenos resultados, justifiquen el mal juego y los pésimos resultados que están cosechando últimamente los chicos de Vicente del Bosque . Recordemos que en los últimos encuentros España ha empatado con México y ha perdido cuatro a cero con Argentina y también cuatro a cero con Portugal. El pensamiento edulcorado actual viene a decirnos que no importa perder en los partidos amistosos. Entonces, me pregunto, si da igual perder que ganar, si da lo mismo vencer que hacer el ridículo, ¿por qué no enviamos a Casillas, Villa e Iniesta a desfilar en la pasarela Cibeles y en su lugar fichamos a la tuna de Farmacia de Sevilla o a los boy scouts de Castilla-La Mancha?

La Roja empieza a amarillear. Tras la victoria en el Mundial de Sudáfrica hemos pasado de las hiperbólicas manifestaciones de alegría a dormitar en la hamaca de la mediocridad. Hemos pasado del carácter sanguíneo a la sangre de horchata; de la pasión al bostezo; de hambrear el gol a morder el polvo con nocturnidad y alevosía. Como diría Rubalcaba , necesitamos una selección que no nos mienta.

España no ganaría hoy un partido amistoso ni aunque el equipo rival pusiera de portero a Torrebruno . Y ni siquiera podemos decir que al menos nos queda Portugal.