Casi tres horas de música, coros y desfile de banderas, como en los Juegos Olímpicos. Y en medio, rezos y una macroeucaristía concelebrada con 800 obispos, 8.000 sacerdotes y más de 200.000 asistentes, según los organizadores, bajo un sol que obligó a atender a cien peregrinos por desmayos y lipotimias. El cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, presidió como anfitrión el primer gran acto oficial de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) de Madrid con una misa en la plaza de Cibeles que marcó la tónica de lo que se va a vivir esta semana: invocación a las raíces cristianas de España y la fe como seña de identidad, bienvenidas y loas a la juventud e invitación al matrimonio cristiano y al sacerdocio. Pero con todo no pudo dejar de lanzar en su densa homilía un dardo al Gobierno: "El rampante relativismo espiritual y moral, encerrado por el poder dominante --advirtió a los asistentes--, os tienta poderosamente hasta haceros perder la orientación en el camino de la vida".

El presidente de la Conferencia Episcopal Española estuvo arropado en la ceremonia por un coro de 400 voluntarios, sobre un gigantesco escenario, y flanqueado por la imagen de la Virgen de la Almudena y la ampolla con la sangre de Juan Pablo II, reliquia donada por el arzobispo de Cracovia, Stanislaw Dziwisz.

Un marco espectacular en el que presumió de la "ingente multitud de jóvenes" que tenía a sus pies y de una España católica, a la que definió como "un viejo país formado por una comunidad de pueblos" y marcado por su principal seña de identidad histórica: la profesión de la fe cristiana de sus hijos.

Compartiendo altar con Josef Clemens, arzobispo secretario del Consejo Pontificio de Laicos, y su presidente, el cardenal polaco Stanislaw Rylko, Rouco se mostró comprensivo con los nuevos problemas y circunstancias vitales (globalización, nuevas tecnologías, crisis económica) que "condicionan para bien y, en muchas ocasiones --lamentó--, para mal".

El cardenal no citó por su nombre el laicismo de la sociedad que los líderes de la Iglesia critican un día sí y otro también. Recurrió a una fórmula más coloquial: "Dios, por medio del Papa, os va a preguntar si aceptáis el hermoso reto de la nueva evangelización de vuestros jóvenes. Respondedle que sí", animó a los asistentes, para recordarles que en la Iglesia actual "los matrimonios y las familias cristianas tienen un papel protagonista" y que la "evangelización requiere con urgencia sacerdotes y personas consagradas".

El cardenal Rylko tampoco desaprovechó la ocasión para animar a los jóvenes a ser testimonio de fe en una Europa "que está dando signos de profunda desorientación". El presidente del Consejo para los Laicos aseguró que la cita de Madrid sirve "para decir en voz alta a todo el mundo un firme '¡sí, la fe es posible!'".

Con un recuerdo permanente del beato Juan Pablo II, los jóvenes utilizaron varias lenguas en sus preces. Por los cristianos perseguidos donde son minoría, por las víctimas de la guerra, por la conservación del medio ambiente y hasta por los artistas.