TLtlevaba cinco días sin dormir cuando leí en la sección Opinión de este diario la carta de un lector llamado Francisco Rodríguez (que no soy yo) sobre el problema de los ruidos (el título del texto era, creo, "El PP y el ruido"). No recuerdo ahora cuáles eran los problemas de este señor, que había publicado anteriormente otro comentario sobre un belén en la cacereña plaza de San Jorge (por cierto, desde aquí le ruego, cuando envíe sus opiniones al periódico, que firme con su segundo apellido para evitar confusiones), pero doy por hecho que estaría muy harto de eso que ha venido a llamarse contaminación acústica . Yo sufro esa contaminación desde octubre del pasado año, cuando el piso de abajo fue alquilado a cuatro estudiantes que han hecho de su feudo un lugar de ocio. (Escribo estas líneas a las 3:40 de la madrugada del domingo; ya os haréis una idea de por qué estoy aún despierto). Los chicos son de lo más completitos: música a todo volumen, guitarras eléctricas, juegos de ordenador, eructos estruendosos, risas y voces hasta altas horas de la madrugada- Hubo un tiempo en que uno de ellos se entretenía botando un balón de baloncesto...

Me he puesto en contacto con el dueño del piso para darle mis quejas, pero pese a su buena voluntad todo sigue igual. Los chicos son estudiantes (que no estudian) y pretenden morir en el intento. Quien tenga como vecinos a un grupo de estudiantes sabe de qué hablo. A otros que no sufren estas agresiones acústicas les parecerá un tema menor, pero a muchos nos gustaría saber, de cara a las elecciones municipales, qué van a hacer nuestros políticos locales al respecto.