Rusia se quema y se ahoga. La sequía y una ola de calor sin precedentes en la historia de la observación meteorológica que han provocado devastadores incendios forestales por todo el país obligaron ayer al presidente, Dmitri Medvédev, declarar el estado de emergencia en siete regiones de Rusia central.

El decreto presidencial, que afecta a las regiones de Moscú, Vladímir, Vorónezh, Riazán, Nizhni Novgorod y a las repúblicas de Mari-El y Mordovia, autoriza el empleo de las Fuerzas Armadas y de voluntarios para luchar contra el fuego. La medida restringe también la actividad económica en las zonas más castigadas por los incendios, a las que también se limita el acceso.

"NO ESTAMOS PREPARADOS" "Más de 2.000 de nuestros compatriotas se quedaron sin hogar. Entre ellos hay muchos niños, mucha gente mayor, muchos enfermos. Muchas familias se quedaron sin nada porque el fuego destruyó todos sus bienes. Es una enorme tragedia", dijo el presidente en un llamamiento a la nación. "No estamos preparados para un desastre de tal magnitud", dijo a su vez el primer ministro, Vladimir Putin, que se reunió con los gobernadores de las 14 regiones más afectadas.

Para calmar los ánimos, Medvédev reiteró que el Gobierno terminará la construcción de nuevas casas para las víctimas de los incendios "antes de que llegue el invierno". También llamó a los rusos que tengan el máximo cuidado cuando escapen esos días de la ciudad al campo para respirar. "Cada cerilla que tiren por descuido puede resultar fatal", advirtió.

La situación parece cada vez menos controlable para las autoridades locales. La información que llega de las 17 regiones rusas directamente afectadas por el fuego se presenta dramática. Según el Ministerio de las Situaciones de Emergencia, los incendios han causado ya al menos 40 muertos y han dejado a miles de personas sin techo. Unas 10.000 personas fueron evacuadas como medida de precaución. Desde el inicio del verano, el fuego ha devorado ya 5.580 hectáreas de bosques. Ayer, 580 incendios seguían activos.

Y no se espera una mejora, ya que la canícula que desde hace un mes castiga a Rusia no da tregua. Las previsiones prometen temperaturas que seguirán rondando entre los 35 y 40 grados sin lluvias toda esta semana en la parte central de Rusia, incluida Moscú. La capital rusa amaneció ayer envuelta de un manto de humo que causa serios problemas de respiración y de visibilidad a sus 10 millones de habitantes.

Y mientras, el nerviosismo que acompaña la avalancha de incendios forestales causa otras reacciones más exóticas de los rusos. Mientras el jefe de la Iglesia ortodoxa, el patriarca Kiril, llamó a sus compatriotas a que dejen de pecar para que el fuego se detenga, algunos rusos han empezado ya a quemar sus propias casas para recibir la generosa indemnización prometida por el Gobierno.