TQtuerida Ruta de la Plata, o Nacional seiscientos treinta, como prefieras, dos puntos. Espero que al recibo de esta te encuentres bien de salud en compañía de todos tus camioneros, cosechadoras y demás amigos. Yo estoy bien, cansada del viaje de ayer, a lo mejor porque tenía que haber durado cuatro horas y se puso casi en seis, pero tú no tienes la culpa de que a la maldita viga para la maldita autovía que va a quitarte el puesto se le ocurriera circular en hora punta y no de noche. Pero no te preocupes, ya se me ha pasado la mala leche.

El motivo de la presente no es expresarte el cabreo de ayer, o la queja por el continuo retraso de tus obras (que hacen pensar que lo de Plata no tiene que ver con nada antiguo sino con las canas que peina una carretera que tendría que haber sido autovía ya hace meses) sino despedirme de ti oficialmente. Después de tantos años recorriéndote, te dejo. He vivido todas tus obras, he conocido todos tus parcheados, me sé de memoria tus arrugas. Te he adivinado en la niebla, me has deslumbrado en mediodías de junio, he desfilado en caravana al ritmo de una cohorte cojitranca y con los pies atados.

Entre las motos de Jerez, los barcos, los convoyes militares, hasta adelantando tigres y leones de los circos de la feria, he maldecido tu trazado condenado a ser por siempre romano. Ahora, a punto de que te abandonen todos, te abandono yo la primera. Sin ira. Sin rencores. Me has perdonado demasiadas veces la vida como para estar enfadada. Espero recorrerte algún día como lo que deberías haber sido hace ya mucho, una antigüedad, un vestigio del pasado. Sit tibi terra levis, pero ya mismo.