Son muchas las ocasiones en que la sabiduría popular es desaprovechada, quizás por olvido o por ignorancia. Alvaro Tejerina Gallardo ha recopilado en el libro Usos y saberes sobre las plantas de Monfragüe muchos de los rincones secretos que se escondían de un factor humano "para nada desdeñable", asegura.

Las plantas fueron un sustento para la supervivencia diaria de los vecinos durante la posguerra porque sus usos eran y son "espectaculares", comenta Tejerina. Para hacer brillar estos baúles humanos de sabiduría natural entrevistó a más de 600 personas mayores a lo largo de siete años para palpar en sus páginas el conocimiento empírico cotidiano.

Alvaro comparte la tesis de Luis Landero de que "la mayor tragedia cultural de este siglo es la extinción de la cultura campesina, una cultura milenaria que está en manos de la memoria y de la transmisión oral". El objetivo de esta obra no es otro, que sintetizar los múltiples usos de las plantas como alimentos, medicinas o utensilios, como remedios naturales con infinitud de respuestas guardadas en sus hojas ante la "maleza", sostiene.

Explica que, durante la posguerra, los habitantes de la comarca de Monfragüe obtenían de mezclar agua hirviendo con la ceniza de la encina la lejía para lavar sus ropas. O que usaban la corteza de la torvisca como venda con el añadido de que posee un efecto que coagula la sangre. Otras plantas eran la base para elaborar cuerdas, cestas o zapatos.

La cultura de las plantas ha sido un fiel acompañante durante muchos años en esta comarca en la que se integran Malpartida de Plasencia, Toral, Serrejón, Casas de Miravete, Jaraicejo, Torrejón el Rubio y Serradilla. El mestizaje simbiótico entre el ser humano y la naturaleza, entre la antropología cultural y la botánica son los pilares de la tierra de Monfragüe .

Para Tejerina, este libro pretende ser el "bebedero" que sacie los "conocimientos no registrados en modo alguno por los hombres de campo en el uso de las plantas y sus fines". Para el emergente turismo rural es conveniente "conservar las costumbres y los saberes, conocer y amar el entorno natural". Como caso práctico, describe a una planta a la que considera el "aloe vera extremeño", una tirita natural para curar los sabañones o los talones de los pies y que durante la investigación, en las diferentes pedanías, la reconocían con diversos nombres: vasitos , vasillus , vagilius , tabaco de pared , embudo o jarrillos .

Esta armónica convivencia en el que las plantas son algo más que hojas que florecen es el máximo exponente de una tradición y estilo de vida que cada hora que pasa es relegado a un escalón inferior. Esta obra pretende ser la coraza protectora de este acervo cultural.