El pasado jueves, el Día de Difuntos, Rosa Bombón preparó, en la cocina de su piso de Vall d´´Hebron, y luego saboreó junto a su familia una deliciosa colada morada con guaguas. Igual que hubiera hecho en Ecuador, su país. Porque allí es costumbre, en la fecha en que se recuerda a los muertos, tomar esta exquisitez: una dulce y aromática bebida cremosa que se acompaña de figuritas de masa de pan.

Ese mismo día, el magrebí Boualem Buellouah.acudió a la carnicería halal (los animales son sacrificados según establece la religión musulmana) del barrio de la Ribera de la que es cliente asiduo, con el fin de comprar los ingredientes que necesitaba para cocinar el típico cuscús, un plato que, por tradición, se come los viernes.

Hace muy pocos años, ni Rosa ni Boualem hubieran podido mantener en Barcelona los rituales gastronómicos de sus lugares de origen. Pero, de un tiempo a esta parte disponer aquí de los alimentos que solían consumir en sus países ya es algo cada vez más posible.

El constante aumento de la cifra de inmigrantes en España que ha ido aparejado de una creciente presencia de productos étnicos en estanterias y mostradores de muchos comercios.

Algo bastante lógico, pues, como dice el profesor de Economía de la Universidad Complutense de Madrid Víctor J. Martín Cerdeño, "la inmigración es un fenómeno unido al proceso alimentario, ya que la gastronimía forma parte de los grupos humanos".