THtacía años que andábamos buscando la eternidad... pues hoy hemos tocado su silueta con la punta de los dedos. Pilar y yo hemos caminado desde Carrión hasta Sahagún. Unos treinta y siete kilómetros, que se dice pronto, si no más. El grupo de peregrinos (María José , Montaña , Flor , Soledad y Miguel , Pilar y servidor) salió de Carrión a las ocho y algo. Ellos hicieron veinticinco kilómetros más o menos y nosotros aguantamos los restantes. ¡Los clavos de Cristo! Qué cantidad de hojas de cereal a un lado y otro del Camino! Y qué distancias tan llanas y tan largas, sin principio ni fin.

La monotonía del paisaje acabó afectando al ritmo de la andadura y por momentos el ánimo palideció. Pero una circunstancia vino a alegrarnos el cansino caminar: de entre la espesura del cereal surgía de vez en cuando el tímido y sugerente tableteo de la codorniz. Y aquel tenue canto cinegético vino a levantar deliciosos recuerdos de jornadas de caza en la memoria del sufrido caminante.

XPILAR Y YOx dimos vista a Sahagún al punto de las cinco de la tarde, cuando unas nubes impertinentes empezaban a largarnos avisos de lluvia y augurios de tormenta. Una vez en Sahagún, tras la ducha y el reposo, salimos para cenar y tomamos asiento en la terraza de una placita de portales.

En un tris se abrió el turbio cielo y calló lluvia sin contemplaciones ni consideración. Ni San Tirso ni Sahagún ni nada; cenamos como Dios nos dio a entender y nos retiramos, bajo los paraguas, a descansar a la casa rural de una gentil dama que nos atendió solícita.

¿Las piernas, qué tal, y los pies? Como si nada. El entrenamiento sirvió con creces y estas botas S son realmente un prodigio de comodidad y protección. Más adelante, ya veremos.

Dulces y reparadores sueños entre el son de la lluvia en la calle y las circunstancias del viaje. Mañana que sea lo que Dios y Santiago quieran, camino de Mansilla de las Mulas. A ver si al menos nos alumbra Febo y se alejan los cenicientos nubarrones. Buen Camino.