El asesino confeso de los crímenes de Oslo y la isla de Utoya (Noruega), que el pasado julio acabó con la vida de 77 personas, hizo dos llamadas para entregarse a la policía cuando todavía se encontraba en la isla. Según ha informado la cadena de televisión noruega TV2, la primera de las conversaciones que Anders Behring Breivik mantuvo con la policía se produjo cuando éste llevaba casi una hora disparando contra los jóvenes que se encontraban de campamento en la isla. En ese espacio de tiempo, el extremista cristiano había ejecutado ya a 69 personas.

Con un tono inquietantemente frío el asesino se presenta: "Sí, mi nombre es comandante Anders Behring Breivik del movimiento de resistencia anticomunista de Noruega". Sin apenas variar el tono, el asesino prosigue con un escueto "estoy en Utoya y quiero entregarme". En una segunda llamada, cuyo contenido completo todavía no ha transcendido, Breivik asegura haber "completado su operación en nombre de los caballeros templarios". Durante la conversación con el agente de policía, el asesino se sirve de la misma retórica que empleó en su manifiesto de 1.500 páginas que distribuyó en internet y en el que daba cuenta de su ideología y de sus intenciones.

La filtración de estas conversaciones telefónicas ha avivado las críticas sobre la dudosa actuación de los cuerpos de seguridad noruegos durante la masacre. Hay que recordar que la policía llegó al lugar de los hechos tras conducir durante casi 40 kilómetros debido a que no disponía de ningún helicóptero en el momento de los atentados. A esto se sumó la imposibilidad de encontrar una embarcación que les acercase a la isla. En total, la policía noruega empleó una hora en acceder a la isla de Utoya y detener a Breivik. Mientras tanto, un equipo de la televisión pública noruega había llegado a Utoya en 30 minutos, empleando un helicóptero.

Al parecer, Breivik intentó llamar hasta diez veces al teléfono de emergencias de la policía, pero solo fue atendido en dos ocasiones. Medios noruegos destacan la frialdad de la voz de Breivik al hablar con el agente que le atiende. Esa misma frialdad es la que mostró recientemente durante la primera comparecencia ante el juez en la que, por primera vez, el jóven de 32 años se enfrentó cara a cara con algunos de los supervivientes de la masacre. Según relataba la periodista Anne Leer para el diario británico Telegraph, "Breivik miró a sus víctimas directamente a los ojos al entrar en la sala".