TUtn equipo de neurocientíficos suecos acaba de publicar un estudio en el que aseguran que es posible hacer que una persona se sienta fuera de su cuerpo, o lo que es mejor, en el cuerpo de otra persona, y que lo perciba como si fuera el suyo propio. Para ello es necesario manipular la perspectiva visual y combinar este engaño con la recepción de información multisensorial. Total, un jaleo. Yo, sin tanta parafernalia, he conseguido estar fuera de mi cuerpo en varias ocasiones. Sin mucho esfuerzo conseguí salirme de mi cuerpo en algunas clases de la facultad, en aburridas cenas de Navidad, en varias reuniones- pero era demasiado fácil.

Esta semana las imágenes del documental Right to die?: The suicide tourist (¿Derecho a morir?: El turista suicida) , del cineasta John Zaristsky , en las que se narran los últimos momentos de vida de Craig Ewert , un estadounidense afectado por una enfermedad neurológica que decidió quitarse la vida en una clínica, han generado una enorme polémica sobre la eutanasia o el suicidio asistido. Me cuesta mucho entender esta polémica y más cuando se habla del derecho de alguien con una enfermedad terminal a acabar con su vida. Deberíamos comprender lo difícil que debe ser tomar una decisión así cuando se tiene la jodida mala suerte de estar atrapado en un cuerpo. Pero es muy fácil pedir que se impidan actos como el de Ewert cuando se dispone de la capacidad (total) de poder escapar del cuerpo, como en una aburrida clase o en una triste cena de Navidad. Y a los que se alarman por unas imágenes así, como las del documental de Zaristsky, les diría que la televisión y el cine están llenos de imágenes infinitamente más crudas. Y que si no las quieren ver, que se salgan de sus cuerpos o se hagan los suecos, como los neurocientíficos.