Las cámaras frigoríficas del Ministerio de Sanidad almacenan un incómodo cargamento de vacunas contra la gripe pandémica A, un depósito de cuatro millones de dosis sobrantes, que no ha habido forma de regalar o vender a precio reducido a países sin recursos.

Esos inyectables, último exponente del rechazo masivo de la población a vacunarse contra la gripe A, han llegado a las neveras de Madrid procedentes de las 17 comunidades autónomas españolas, que deberán pagar por ellos 28 millones de euros. El pago aún está pendiente.

Algunos países europeos ya han decidido destruir sus vacunas pandémicas sobrantes --Holanda prevé quemar en agosto 17,8 millones de dosis-- pero las administraciones españolas no saben qué hacer, o así lo dicen oficialmente, y aún buscan un final digno para este episodio sanitario.

ALTERNATIVAS ESCASAS Las alternativas son realmente escasas. Si deciden utilizar ese sobrante en la campaña antigripal del próximo otoño, los ciudadanos deberán vacunarse dos veces: una contra el A/H1N1 pandémico y otra para prevenir las dos variantes de virus gripales que desde hace decenios llegan con el frío: los estacionales.

Esta segunda vacuna habría que fabricarla de forma específica, ya que ahora no existe. La otra opción consistiría en adquirir la nueva vacuna que la Organización Mundial de la Salud (OMS) diseñó el pasado mayo con los virus gripales predominantes, un preventivo trivalente que ya incluye el virus pandémico A, más los dos estacionales: un A/H3N2 y un B/H1N1. En este caso, un solo pinchazo sería suficiente para quedar protegido.

La elección de la vacuna trivalente, defendida por algunos técnicos del Ministerio de Sanidad, será debatida en breve en el Consejo Interterritorial de Salud, que preside la ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez, en el que además participan los 17 consejeros de salud.

Esta solución implicaría destruir (quemar) los cuatro millones de vacunas pandémicas citados, ya que, de no hacerlo así, su custodia encarecería indefinidamente el precio de la partida, porque los viales ocupan frigoríficos que consumen energía. Y, por ese motivo, tarde o temprano habría que destruirlos.

En realidad, a los 28 millones de euros que cuestan las vacunas sobrantes habrá que sumar otra cantidad idéntica, también a cargo de las administraciones españolas, que corresponden a los cuatro millones de dosis que el Gobierno donó a la Organización Panamericana de Salud con destino a países americanos que finalmente no pudieron adquirir el fármaco.

92 MILLONES EN TOTAL Estos 56 millones de euros resultantes forman parte de los 92 millones que finalmente el Gobierno y las comunidades habrán invertido en la campaña de la gripe A, aunque, en realidad, apenas se han vacunado tres millones de ciudadanos. En un principio, el Gobierno español reservó 37 millones de dosis a los laboratorios Novartis y GlaxoSmithKline, con la intención de administrar dos unidades por persona.

A diferencia de otros países europeos, España firmó un convenio con la industria que preveía no adquirir, ni pagar, toda la partida reservada si no se utilizaba. Así, la compra de vacunas fue al final de 13 millones de dosis, que se pagarán a algo más de 7 euros por unidad. Este precio es considerado "una exageración" por los expertos en vacunología, ya que, como se encargó de reiterar la propia industria, la vacuna contra el virus A es "completamente segura" porque se elaboró siguiendo las mismas pautas que sus precedentes, pero aplicándole el precio de los fármacos innovadores creados en situación de emergencia. Y con el compromiso de compra por parte de los Gobiernos.

La dosis de vacuna antigripal del 2008 costó 0,70 euros, lo que representa 10 veces menos que la vacuna pandémica.