Son días de mucho estrés en los supermercados extremeños. En primera línea de esta vorágine hay un batallón de cientos de empleados que llevan más de una semana soportando una importante sobrecarga de trabajo y de tensión añadida porque están en contacto directo con multitud de clientes a lo largo de su jornada. Son los cajeros, los dependientes y los reponedores. «Somos los que estamos más expuestos al virus y también a la histeria de muchos ciudadanos», señala un trabajador de un Carrefour pacense mientras trata de reponer estanterías vacías tras una avalancha de compras el pasado viernes por la tarde.

Una vez pasado el ‘boom’ «inentendible» de la compra masiva de rollos de papel higiénico, los productos más demandados durante el aislamiento son las legumbres, las conservas, las frutas, cervezas, pasta y el arroz. Los primeros días de igual modo se arrasó con la carne, «pero actualmente la gente busca alimentos que no caduquen fácil, además de la fruta, por las vitaminas», subraya este joven.

Una cajera del mismo lugar, antes de cobrar a una mujer que llevaba en el carro frutas de todo tipo, arroz, pollo, leche y galletas, muestra los guantes de látex, que denomina guantes de trabajo. «Son sitios en los que entran muchas personas a diario. Igual que los sanitarios están al pie del cañón nosotros tenemos que estar también. El trabajo sigue siendo el mismo, pero al tocar el dinero o las tarjetas hay que tener mucho cuidado. Trabajamos con mascarillas y gel limpiador. Somos muy serios con el protocolo».

Puesto de embutidos en plena actividad. / EL PERIÓDICO

La distancia entre personas ha de ser de un metro como mínimo, al igual que en cada establecimiento solo puede entrar un número determinado de clientes al mismo tiempo. En esta tienda, cuando sale una, entra otra, y así sucesivamente. A la hora de coger el carro, desinfectado cada vez que un cliente accede a las instalaciones, hay que ponerse los guantes de plástico. Además, si en alguna zona, como en la frutería, carnicería o pescadería, se acumula más gente de la permitida, «les invitamos a cambiarse de pasillo para volver más tarde», destaca otra compañera. La seguridad de los compradores está en juego, pero también la de los trabajadores.

En la avenida Reina Sofía de Mérida conversan dos trabajadoras del Lidl sobre la dimensión de esta crisis, que no solo hace que los productos se acaben rápido en los mostradores, sino que la actitud de los clientes se vuelve «histérica» en ciertas situaciones, y son los propios trabajadores los que tienen que poner cordura. Las caras de muchos cajeros y reponedores es de agotamiento, ya que se ven en muchos casos desbordados mientras responden a cientos de preguntas de clientes que exigen respuestas inmediatas.

Pescadería Salgado en Cáceres, empleados colocando la mercancía. / EL PERIÓDICO

Todo esto ocurre con los productos de primera necesidad, es por ello que un compañero de otra gran superficie en Plasencia, relata como ahora mismo todos los clienten piensan en lo mismo: «La gente se va para la comida directamente, y si se desvían, lo hacen para los productos de sus mascotas. No se vende nada de ‘camping’, ni sillas para el campo como es costumbre en estas épocas del año que comienza hacer solecito. Todo eso está parado y entiendo que los ciudadanos quieren gastarse el dinero del mes en productos de primera necesidad».

El plan de la semana

En tiempos de confinamiento, ir a la compra es el mejor plan de la semana, «como cuando esperábamos al sábado para tomar unas cervecinas», compara Fernando mientras espera su turno para entrar en Maruchi, el supermercado más famoso del barrio cacereño de Llopis. En el Mercadona de Mejostilla, otro trabajador explica: «Las ventas están por las nubes y son atípicas, pero mercancía no falta. La gente compra de más, pero la previsión de un martes se convierte en la de un sábado muy fuerte. Hay que calmar a las personas, los almacenes están llenos». Tranquiliza este empleado, con gran trayectoria en la cadena de supermercados, que asume que le toca vivir semanas de mucho movimiento. «Estoy dispuesto a darlo todo».

Los reponedores, pieza clave. / EL PERIÓDICO

Agustina, una clienta, llena la cesta de manzanas, kiwis y naranjas, congelados de pescado y verduras y «productos desinfectantes como lejía». Estos días de estar encerrados en casa baja a comprar cada miércoles -ya es el segundo-, y así lo seguirá haciendo «hasta que termine todo». «Hay que ser responsables y no salir cada día, a no ser que sea estrictamente necesario, pero comprar una tableta de chocolate o unas patatinas no lo es».

En la pescadería de Salgado, en Cáceres, la actividad continúa. La mercancía llega a punto. Además, en la ciudad hay decenas de pequeños comercios con dependientes y empleados que llevan la compra a las viviendas de las personas en situaciones vulnerables, especialmente mayores que viven solos.

En el Día de Hernández Pacheco, de la capital cacereña, trabajan alrededor de una decena de empleados. Todos están al quite y se reparten por turnos. Una de sus cajeras cuenta que se siente más aliviada porque la clientela está cumpliendo con los consejos del ayuntamiento y ya no acude a la compra en masa, como ocurrió durante los primeros días de la crisis. «Por la mañana vienen las personas mayores, por la tarde los más jóvenes. Estoy sorprendida con la juventud porque es la que más productos mete en el carro, entre 70 y 80 euros. Pienso que lo hacen para confinarse durante más tiempo». Asegura que en el establecimiento se ven caras nuevas porque los vecinos siguen las recomendaciones y ya compran en las tiendas de barrio, evitando así los desplazamientos a grandes superficies.

Ella aconseja que se cumpla con el estado de alarma. «Ayer la tuvimos, vino la policía local y pilló a dos hermanos que vinieron juntos a hacer la compra». El reloj marca las cinco de la tarde y a esa hora solo hay dos personas comprando. Uno de ellos acaba de abonar 102 euros. Lleva de todo en el carrito. «¿Tarjeta Dia?», le pregunta la cajera mientras le avisa: «Ya no salen ofertas». Él responde: «Acaban de decir en la tele que solo en un día ha habido 19 muertos en Extremadura». Y la cajera contesta: «Madre mía, la que nos espera».

Sin todos ellos, cientos de extremeños no podrían hacer algo tan sencillo como la compra: trabajadores de las grandes, medianas y pequeñas superficies que cada día lidian al coronavirus y ponen su mejor sonrisa para que las cosas funcionen.