TEts curioso que en un país donde se puede llegar a jefe de la Guardia Civil con el Graduado Escolar haya aún quien se escandalice porque Sara Carbonero sea periodista sin Periodismo. Como si no fuera más gracioso que el Festival de Mérida sea un teatro extremeño sin extremeños. O que en nuestra tele los periodistas mejor pagados no sean extremeños y, a lo mejor, ni periodistas. Visto así, yo creo que lo de la Carbonero, lejos de irritarnos, nos la hace más atractiva. De hecho, yo antes ni le prestaba atención, pero ahora, que sé de esta leve imperfección suya, hasta estoy pensando en estamparme su rostro en una camiseta con una leyenda que diga: que estudien los feos. Estudiar es una ordinariez que no te da más que disgustos. Además, en televisión, como en política, interesa menos el mensaje que el mensajero. Todos nuestros políticos son señores de carrera y el país sólo prospera en verano, cuando ellos están de vacaciones. Pero con tanta cara bonita al frente de los informativos, empezábamos a creer que la Facultad de Periodismo era como una sucursal de la pasarela Cibeles, que en vez de la nota de selectividad te pedían peso, pecho y cadera. Y lo cierto es que no. Que en Periodismo hay tantos feos como en Filología o en Corte y Confección. Lo que pasa es que los feos, por muy bien que terminen la carrera, se pasan la vida de becarios o en los sótanos de las redacciones. Yo he hablado con un directivo al respecto y me dijo, releñe, si lo que querían era prosperar que se hubieran hecho controladores aéreos. Y ahí tengo que darle la razón. Bastante duro es aguantar las boberías que dan por la televisión como para que encima salgan de labios de alguien con cara de sota. En la tele todo es ficción. Que al menos la belleza sea cierta.