TSte van las golondrinas y el cielo se llena de bandadas de pájaros. Alzamos la mirada pero entre las hojas que caen, las aves que emigran y la que tenemos encima, no levantamos cabeza. Todo sube y todo baja, o todo pasa y todo queda, que no son más que variantes del todo fluye y nada permanece del que ya nos avisaban los presocráticos. Suben los tipos de interés, nuestra deuda, los recortes- y baja la moral, agobiada por profecías sobre el crepúsculo de occidente y la caída de los dioses. Si hasta Estados Unidos sufre la crisis, de qué podemos quejarnos las provincias del Imperio. Si nuestro modelo democrático está caduco y el estado del bienestar no se sostiene, miedo dan los que pueden ser los nuevos amos del mundo. Encima, justo el día en que empieza el otoño, la estación de la nostalgia, como si no tuviéramos bastante, nos avisan de que puede caernos encima algo más consistente que el desánimo. Se trata del UARS, un satélite de seis toneladas, en caída libre sobre la tierra, o sea, que tan pronto puede aparecer en medio de cualquier océano (que sería lo deseable) como en mitad de un melonar de Albacete. Desde la Nasa aconsejan no tocar los fragmentos no porque sean radiactivos, no, sino porque la gente puede cortarse, lo que no tranquiliza demasiado. Cuando aparezcan estas líneas, ya sabremos dónde se ha producido el impacto. Mientras tanto, lo único que conocemos es que el riesgo se podría haber evitado si no hubieran querido ahorrar, prolongando la vida útil del satélite. Crisis en la Nasa, chatarra que cae, pájaros que se van- Este año si yo fuera golondrina, iría buscándome otro balcón al que volver.