Eran, de lejos, los más ruidosos, los que más se hacían notar, entre los aluviones de visitantes que a diario recibe el Kremlin, principal atracción turística de Rusia. El veto del Gobierno ruso a la entrada de ciudadanos chinos, medida calificada de «radical» por expertos rusos en migraciones, no solo va a hacer posible culminar la visita al afamado lugar sin escuchar ese permanente murmullo de fondo que generaba con frecuencia la audiencia china, también va a causar graves problemas al sector turístico local: el gigante asiático es el país que más turistas envía a su vecino del norte, 1,47 millones de viajeros anuales.

Entre los numerosos estudiantes chinos matriculados en universidades rusas cunde la inquietud y el desasosiego, al tiempo que sus líderes critican algunas de las decisiones adoptadas, aunque sutilmente para evitar problemas.

Muchos residentes chinos piensan que ha sido «inhumano el momento» elegido para anunciar la medida, «ya entrada la noche en China, cuando la gente dormía», explica al diario Kommersant Fan Fei, fundador de la principal plataforma que agrupa a los chinos que viven en Rusia. «Si alguno tenía que regresar [de sus vacaciones] inmediatamente, solo le quedó la opción de ir al aeropuerto con la esperanza de encontrar un avión y billetes. Una tarea imposible», se queja el líder chino.

Visto el revuelo, el Gobierno suavizó ayer su decisión: permitirá el acceso a su territorio a quienes viajen por motivos oficiales, laborales, humanitarios o de tránsito. Y las medidas de control, en vigor desde hoy, no afectarán a las conexiones aéreas con Pekín, Shanghái, Cantón y Hong Kong.

frontera común / Los semestres educativos en las facultades rusas para los universitarios chinos han sido «aplazados», y el Ministerio de Educación y Ciencia ha ordenado a todas las instituciones educativas impartir los cursos «a distancia» a estos estudiantes. El propio Fan Fei se pregunta en qué plataforma se podrá estudiar «a distancia», si Facebook, YouTube, Whatsapp y «muchas otras no funcionan en China» por la censura. Además, la prohibición va a generar graves problemas económicos en las regiones del Lejano Oriente ruso, que comparte una larga frontera común con China y donde sectores enteros de la economía dependen de los trabajadores de esta nacionalidad.

En la denominada Región Autónoma Hebrea, un diminuto territorio de Siberia Oriental fronterizo con China, más de la mitad de los trabajadores del sector agrícola proceden del país vecino, lo que va a obligar a las autoridades locales a buscar alternativas, en palabras de Galina Sokolova, vicepresidenta interina del Gobierno regional.

Una situación similar viven los constructores de dos hoteles en Vladivostok, a orillas del Pacífico, que requieren de 500 especialistas chinos. «Buscamos alternativas», admite una fuente próxima a la empresa.

Algunas compañías ya optaron en enero y principios de febrero por suspender las vacaciones de Año Nuevo chino por temor a que sus trabajadores no pudieran regresar.