Tres exalumnos del colegio de los Maristas de La Inmaculada, en el Eixample de Barcelona, han relatado a EL PERIÓDICO los abusos sexuales a los que los sometió un profesor cuando contaban 7, 9 y 10 años de edad, respectivamente. Los relatos de estas tres víctimas, que estudiaron en la escuela en años distintos entre los 70 y 90 y no mantienen relación entre sí, son casi idénticos. Coinciden en que el docente A. E., que fue tutor de los tres, abusó de ellos en repetidas ocasiones en plena clase. Los llamaba a su mesa y allí les manoseaba los genitales, protegido de la vista de los demás alumnospor el panel frontal del mueble.

Un portavoz de los Maristas ha declarado que a la orden religiosa no le consta ningún incidente de pederastia que implique al citado exprofesor. El colegio, por su parte, ha declinado hablar con este diario. Mientras tanto, EL PERIÓDICO ha localizado a A. E. y lo ha entrevistado telefónicamente. Actualmente reside en su pueblo natal, un pequeño municipio de la Comunidad Valenciana. Durante la conversación, el exdocente se muestra muy nervioso y dubitativo e incurre en algunas contradicciones. Pero igual que hizo hace tres semanas el pederasta Joaquim Benítez, exprofesor de los Maristas de Sants-Les Corts, A. E. acaba confesando al fin a los periodistas que las acusaciones de los tres antiguos alumnos son ciertas.

¿Es usted A. E.?

Sí, soy yo. ¿Quién es?

Somos reporteros de EL PERIÓDICO.

Ah…

¿Usted fue profesor del colegio de los Maristas del Eixample?

No.

¿Usted es A. E.?

Sí.

¿Y usted no fue profesor del colegio de los Maristas del Eixample?

No lo sé. Puede ser, sí.

¿Entre 1975 y 1993?

Sí, más o menos.

¿Se marchó porque tuvo problemas en el centro?

Bueno, sí.

Se lo preguntamos porque hemos hablado con tres hombres que fueron sus alumnos en años distintos. Aseguran que usted los llamaba a su mesa y llí les hacía tocamientos en los genitales. ¿Es eso cierto?

Oiga, mire, me estoy poniendo muy... me estoy sintiendo muy mal. A ver, dígame…

Ellos dicen que usted les tocaba los genitales durante la clase, cuando los llamaba a su mesa. ¿Es cierto?

No sé, puede ser, a alguno puede ser, cuando venían a mi mesa a consultar, no sé... A alguno, sí. Por eso me fui. Yo lo dejé todo. Ahora que ha salido todo esto de lo de los Maristas de Barcelona y eso, pues hace unos días que voy pensando, ¿qué habrá pasado? No sé cómo explicárselo. ¿Ustedes todo esto por qué lo preguntan?

Porque hay tres personas, antiguos alumnos suyos, que dicen que sufrieron tocamientos y queríamos conocer su versión…

Eso pasó hace mucho tiempo. Y si ahora lo vuelven a sacar... Lo pasé entonces muy mal.

¿Lo pasó usted muy mal? ¿Sentía algún sufrimiento interno?

Como pasó una cosa de esas, yo dije que no quería seguir con alumnos, no quería seguir con la enseñanza, y me fui.

¿A usted entonces no le echaron del centro?

No, yo me fui voluntariamente.

¿Voluntariamente, dice?

Sí, me fui por ese problema, que era superior a mis fuerzas. Si mi manera de ser es así, pues lo dejo.

¿Ese problema que usted dice que era superior a sus fuerzas era la atracción que sentía hacia los menores?

No sé, sí, una especie de atracción. Pero como vi que aquello, sin hacer nada, era una cosa que a algún padre le podía parecer eso... pues lo dejé estar.

Esa atracción por los menores, ¿de qué forma la desarrollaba usted, con besos, caricias, tocamientos?

De ninguna manera. Yo intentaba no hacer nada y no sé... Lo dejé todo porque ya no quería saber nada de nada, no quería seguir en la enseñanza.

Cuando se fue de los Maristas, ¿siguió dando clases?

No, no. No he dado más clases.

Un miembro de su familia nos ha indicado que lo llamáramos a esta hora porque usted estaba dando “clases”…

No, no. A ver, es que él se cree que estaba dando clases. Pero yo, aquí, las únicas clases que he dado han sido con inmigrantes, como voluntario en la Cruz Roja para enseñarles el idioma.

¿No ha tenido contacto con más niños?

No, solo con gente mayor e inmigrantes.

¿Usted decidió alejarse de los menores sin que nadie le obligara a ello?

Sí, sí, yo lo dejé todo porque no quería seguir en la enseñanza... No quería llegar a ninguna cosa…

¿Quiere decir que era consciente de que si seguía en la enseñanza podía poner en riesgo la integridad de los menores?

Sí, al principio... Yo fui consciente cuando pasó un caso de esos con un menor, pero no fue nada especial. Yo no creía que hubiera hecho nada, pero un padre se quejó, bueno, dijo que había habido algún tocamiento y eso. Pero yo no consideraba que eso fuera un tocamiento y por eso lo dejé todo. Porque, me dije, a ver si ahora por cualquier cosa... no sé...

¿Quiere decir que aquel padre malinterpretó su acción con su hijo?

No lo sé... Se interpretó mal. Yo jugaba con los chicos en los patios y todo eso, no sé si hubo alguna caricia, no lo recuerdo exactamente... Sí recuerdo que una vez a un chico, un chico negro era, le dije, uy, que pelo tan bonito... y una caricia así, pero no... A mí me parece que no me he propasado nunca .

¿Le parece?

Me parece a mí, no lo sé. Yo creo que no. Como tuve ese problema, le dije a la dirección que me quería marchar, que ya no quería dar más clases.

En 1977, la familia de uno de los citados tres niños alertó a la dirección de la escuela de que A. E. abusada de su hijo. La escuela no le hizo caso alguno. A. E. siguió en su puesto durante 16 años más. Hasta que en 1993, la madre de otro de aquellos chicos denunció ante el director los tocamientos que el mismo profesor le hacía a su hijo. Entonces, el colegio accedió a apartar al docente, pero a cambio de que la familia renunciara a su intención de denunciar el caso a la policía. Así se hizo.