Sensación de vivir. La playa de Los Cristianos podría ser el escenario de uno de esos anuncios que venden refrescos exaltando la juventud. Aguas cristalinas, cuerpos al sol y jóvenes jugando a voley playa componen un paisaje de ensueño en uno de los enclaves con más gancho turístico de Tenerife.

La oleada de cayucos desata aquí un contraste entre el primer y el tercer mundo. A Los Cristianos, uno de los escenarios de relax de Europa, llegan cientos de subsaharianos. Sensación de vivir contra sensación de sobrevivir en un pueblo a donde nunca llegó una patera y que, de pronto, en el 2006, ha recibido a 2.500 inmigrantes.

Movilización

Para evitar efectos negativos, Canarias se ha movilizado. El consejero de Turismo del Cabildo de Tenerife, José Manuel Bermúdez, explica que sus delegaciones en Alemania y Gran Bretaña ya han contactado con los grandes operadores turísticos. "Nos preocupa la imagen que la prensa amarilla británica o alemana ofrezca de la llegada de inmigrantes", dice.

"Transmitimos a los operadores que la situación es de normalidad", explica Ricardo Fernández de la Puente, el gerente de Ashotel, la asociación de hoteleros. "Por ahora, no ha habido ninguna cancelación".

José Alberto González Reverón, el alcalde, alerta de que "la oleada de cayucos no es una imagen deseable para un pueblo que vive del turismo". La inquietud es grande.

Para los turistas, los cayucos son una atracción. Cada vez que uno arriba a puerto, los extranjeros se agolpan para ver el desembarco. "Me dan mucha pena", dice una inglesa, y añade: "Al verlo en directo cambia tu idea de los inmigrantes. Descubres lo que sufren".