El campeón de kárate Fernando Torres Baena, gran deportista, profesor de universidad, sensei al que idolatraban sus alumnos, escondía tras esa pantalla de éxito a un depredador sexual narcisista que se valió de sus dotes de manipulación para abusar de decenas de sus alumnos durante años.

El silencio en torno a este caso fue roto por una alumna que decidió en enero de 2010 denunciar que había sufrido abusos por parte de sus monitores para evitar que otro niño pasase por lo mismo que ella. A partir de esa denuncia, el ídolo que había conseguido más de 300 medallas y reconocimientos deportivos, cayó y se descubrió al hombre que alardeaba con orgullo y "risa" de que "había estado con más de 100 niños" y su pareja, la acusada María José González, "con más de 50", declaró un testigo en el juicio. Medio centenar de denunciantes, muchos tras un biombo y con un distorsionador de voz, contaron detalladamente a la sala haber sufrido abusos sexuales de sus monitores, algunos a muy corta edad, tanto en la academia como en un chalé situado en una urbanización de la playa de Vargas, propiedad también del principal acusado.

Estos testimonios fueron seguidos por los acusados en una actitud aparentemente fría e impasible, pero con mucha atención, especialmente en el caso de Torres Baena, que día a día tomaba nota de cuanto se decía en el plenario por sus alumnos, que admitieron haber sentido adoración por su maestro, al que incluso aseguraron que llegaron a ver como un dios.

Los procesados, sin embargo, negaron haber abusado de sus alumnos y, en su derecho a la última palabra, Torres Baena quiso dejar claro que él no ha hecho "nada malo" y tampoco lo habría permitido, y que desde luego no abusó de sus hijos.

A mediados de los 90, Torres Baena impartió clases durante un curso académico en la recién estrenada Facultad de Ciencias del Deporte de la Universidad de Extremadura, en Cáceres, donde no se le renovó el contrato por falta de cumplimiento.