Hoy, Día Mundial del Rock, podemos decir que el lema de la generación de los sesenta ya cuenta con una explicación científica. En cuanto a placer se refiere, “sexo, drogas y rock and roll” producen los mismos efectos en nuestro cerebro.

Diversos estudios apuntan a que el mecanismo de recompensa que se activa en nuestro cerebro cuando se mantienen relaciones sexuales, se consumen drogas recreativas o se escucha música es el mismo. Un mecanismo que, de una manera u otra, también interviene al alimentarnos, al hacer deporte o al enamorarnos.

Todas estas experiencias placenteras, que normalmente relacionamos con estados de éxtasis o felicidad, comparten una base neuroquímica común: la generación de endorfinas y opioides endógenos, las conocidas como moléculas de la felicidad que produce nuestro cuerpo ante determinados estímulos.

La química de cerebro, ampliamente estudiada desde las neurociencias, nos ayuda a explicar por qué experimentamos placer pero también porqué podemos desarrollar una adición respecto a alguna de estas actividades. Y es por ello que el estudio de estos mecanismos del placer se realiza con dos objetivos. En primer lugar, para entender de qué manera el cerebro genera recompensas ante diferentes estímulos. Pero por otro lugar, este campo de estudio es fundamental para tratar los trastornos adictivos.

El efecto de la música

Un estudio de la Universidad McGill (Canadá), publicado en el año 2017 en la revista Nature, planteó que el sistema cerebro-químico que genera sentimientos de placer a partir del sexo, drogas recreativas y alimentos también es fundamental para experimentar el placer musical.

Para demostrarlo, los investigadores plantearon un curioso experimento. Crearon un grupo de estudio de diecisiete individuos a los cuales les pidieron escoger sus canciones favoritas. Es decir, piezas musicales que tuvieran una importante carga sentimental (positiva o negativa) para ellos.

El abanico musical escogido por los participantes incluía canciones como "Lonely Boy" de Black Keys, "Creep" de Radiohead, "Turn Me On" de David Guetta hasta “Las bodas de Fígaro” de Mozart. Todas ellas piezas que, de una manera u otra, evocaban intensas emociones en los individuos que formaban parte del estudio.

La sensación de "subidón" que te produce tu canción favorita también se debe a este mecanismo / FERRAN SENDRA​

A continuación, se pidió a los participantes que empezaran a oír sus canciones favoritas mientras que se les suministraba naltrexona, un fármaco recetado para tratar problemas de adicción mediante el bloqueo selectivo y temporal de la producción de opiáceos en el cerebro. A través de este experimento, el objetivo era analizar si el placer musical estaba directamente relacionado con este sustrato neuroquímico.

Según apuntan los investigadores, el resultado de este experimento fue revelador. Las canciones favoritas de los participantes, tras la toma del bloqueador de opiáceos, ya no conseguían evocar ninguna emoción. En este sentido, los participantes se mostraron perplejos ante este repentino cambio. "Sé que es mi canción favorita, pero no me siento como me ocurre normalmente cuando la oigo", explicó uno de ellos. "Suena bien, pero no está suscitando nada en mi", añadió otro.

"Se trata de la primera demostración de que opiáceos del cerebro están directamente involucrados en el placer musical", explicó el psicólogo cognitivo Daniel Levitin. Un hallazgo que, según apunta el estudio, "se suma a las evidencias de las que disponemos sobre los sustratos biológicos evolutivos de la música".