José Luis Benavente volvió a pisar la arena de la plaza de toros de Plasencia el pasado jueves después de tres años de inactividad. Este novillero de 27 años, hijo del exbanderillero José Luis Benavente, lucha con tesón por abrirse camino. Abrió la puerta grande en la capital del Jerte tras cortarle dos orejas al segundo novillo de su lote.

--¿Qué sintió al volver a pisar la arena del coso placentino?

--Mucha alegría, porque después de estar tres años parado sigo con las mismas ganas de ser torero. Este tiempo de inactividad lo he pasado entrenando a tope, como si tuviera que lidiar 40 corridas de toros. Por eso sentí alegría y emoción por volver a estar sobre la arena del lugar donde me he criado.

--El primer novillo le volteó. ¿Sintió miedo?

--No. Cuando te dan un revolcón lo primero que piensas es ponerte en pie y encarar de nuevo al novillo. Pero sentí el golpe, el animal me achuchó en el suelo y me quedé sin aire, aunque pude recuperarme.

--¿Qué sabor de boca le dejó el triunfo?

--Muy dulce, sobre todo porque no fue una novillada fácil, fue peligrosa. En especial el primer novillo, que me venía directamente al pecho. El segundo se dejó un poco más, pero tuve que estar valiente. Por eso creo que fueron dos orejas peleadas.

--¿Su padre está igual de satisfecho?

--Está contento, porque como profesional que es supo ver las dificultades que hubo.

--¿A qué torero le gustaría parecerse en el futuro?

--No me gustaría parecerme a un torero en concreto. Opino que cada torero tiene que tener su personalidad, su manera de interpretar el toreo y después pulir los defectos. Aspiro a que un día, cuando me vean torear digan: "Ahí está José Luis Benavente".

--¿Ve muy lejano el día de su alternativa?

--Hay mucha gente que cuando es novillero dice que quiere ser figura. Y ser figura del toreo es casi un milagro. Yo quiero que el día de la alternativa llegue cuanto antes, y después intentaré llegar lo más alto posible.

--¿Torear le quita el sueño?

--Lo que me quita el sueño es no torear, estar parado porque sientes verdadera desesperación.