Solo cuando el juez Luis Aláez confirmó por el audio de las cajas negras del tren accidentado en Santiago que el maquinista había hablado por móvil hasta segundos antes del descarrilamiento, el conductor, Francisco José Garzón, se presentó voluntariamente ante el magistrado y le detalló la llamada. En ese segundo interrogatorio, el maquinista del tren en el que murieron 79 personas reconoció que atendió una llamada del interventor, pero añadió que no podía confirmar si influyó en su despiste. "En ese momento no vi yo el peligro, ni el punto de referencia, porque si lo hubiera visto, evidentemente, primero atiendo a lo que eso sic y después que le den por el culo al teléfono --declaró--. Pero no me di cuenta del punto de referencia. Iba relajado, tranquilamente, a una velocidad correcta que no entrañaba peligro. No sé si influyó en eso la llamada o no. No lo sé".

LA MENTIRA DEL INTERVENTOR El vídeo de esta segunda declaración del maquinista, que ayer publicó El País en su web, permite escuchar de la propia boca del conductor lo que ya se conocía de cómo transcurrieron los minutos previos al accidente. Ni el juez Aláez ni el fiscal Antonio Roma preguntan a Garzón por qué en su primera declaración del 31 de julio, tras ser detenido, ocultó esa llamada telefónica. Una conversación que también intentó ocultar el interventor, Antonio Martín Marugán. El revisor llegó incluso a mentir a los policías de la brigada judicial de la comisaría de Santiago, que en varias ocasiones le preguntaron por esa llamada, a lo que él respondió que solo había hablado con el conductor en Ourense y con el tren parado.

En un momento del interrogatorio, el fiscal Roma le explica al maquinista que quiere ponerse "dentro de su cabeza, para intentar comprender qué paso". Y le pregunta: "¿Dónde tenía usted la cabeza cuando hablaba por teléfono?". Garzón se extravía un poco en su respuesta. Reconoce que perdió la ubicación, pero explica que nunca dejó de mirar hacía delante ni consultó papel alguno, y admite que no vio los cartelones que debían servirle de referencia para saber dónde estaba en cada momento.

También justifica el maquinista por qué descolgó la llamada del interventor al móvil corporativo: "Si llega a ser un compañero no descuelgo. Porque no lo debo coger. Pero al interventor, sí". Y relata que desde la cabina él no sabe lo que puede suceder en el resto del tren, y que al ser el responsable principal de la seguridad, debe descolgar por si ha sucedido alguna cosa.

También confirma la declaración judicial lo que ya reveló el sonido de la caja negra de la locomotora, esto es que el interventor le consultó si el tren podía entrar a la estación de Pontedeume, para la que faltaban casi 100 kilómetros, por la vía más cercana a la estación. Y recuerda que ya había colgado la llamada antes de descarrilar, y que justo después vio que se acercaba a la fatídica curva de A Grandeira. Solo pudo frenar. Demasiado tarde.