Las hermanas siamesas iraníes Ladan y Laleh Bijani lograron vivir dos horas con sus cerebros separados. Minutos después de que el portavoz del hospital Raffles, de Singapur, Prem Kumar, anunciara que las gemelas ya ocupaban camas separadas, a las 11,30 de ayer (hora española), una hemorragia masiva imposible de estabilizar acabó con la vida de Ladan. Hora y media después falleció su hermana, también por pérdida de sangre.

El primer intento quirúrgico de separar a dos adultos siameses enlazados por el cráneo acabó con el peor de los pronósticos, asumidos por las jóvenes iranís que, no obstante, estaban convencidas de que todo saldría bien.

FUERTEMENTE UNIDAS

Una inesperada fortaleza craneal, que retrasó la separación ósea de las dos cabezas, unida a las adherencias de las dos masas cerebrales, que en 29 años de proximidad habían consolidado un 30% de tejido común, complicaron el proceso. Cuando esas dificultades quedaron superadas y las dos cabezas descansaban independientes, una inestable fluctuación de la sangre entre la cabeza y el cuerpo deterioró rápidamente los dos organismos que, aun separados, murieron por idéntica causa.

El neurocirujano de Singapur que coordinó al equipo quirúrgico de 29 profesionales, Keith Goh, informó del brusco fin del proceso, que había durado 52 horas. "Estamos muy tristes, pero la vida es así. Es muy frustrante para nosotros que la muerte de las siamesas se haya producido por una hemorragia, después de haber logrado separarlas".

Tras el anuncio de la muerte, la comunidad iraní de Singapur se desplazó a las puertas del Hospital Raffles. "Los ciudadanos iranís reconocen el esfuerzo de estas mujeres --afirmó un hombre de negocios--. El deseo de las hermanas Bijani fue asumir este riesgo, y se ha cumplido su destino". La televisión de Irán interrumpió su emisión para anunciar la muerte de las siamesas. El presidente Mohamed Jatami reiteró que su Gobierno aportará 300.000 euros (50 millones de pesetas) para pagar la intervención.

"En la memoria de los iranís quedarán los 29 años de vida llena de sufrimiento y dolor que las hermanas Ladan y Laleh han asumido desde que nacieron", dijo Mohamed-Alí Abtahi, vicepresidente de Irán. Esta intervención, en efecto, no sólo ha sido seguida por la familia Bijani. Buena parte de la población de Irán ha estado pendiente de la vida de las siamesas, conocidas por su constante ir y venir, desde que fueron adolescentes, en busca de un cirujano que accediera a separarlas.

Las hermanas Ladan y Laleh adoptaron hace siete años la firme decisión de intentar su separación pero, en los últimos meses, ese deseo iba convirtiéndose en un imperativo fisiológico. Sus médicos habían detectado un constante incremento de la presión intracraneal en sus cabezas, un desequilibrio cardiovascular que ellas percibían por medio de fuertes dolores de cabeza.

INTERVENCION ANTERIOR

Esa elevada presión intracraneal, y el hecho de que ambas compartieran la vena principal que rodea al cerebro, hizo desistir, en 1996, al equipo de cirujanos alemanes que iba a operarlas. En la decisión de las hermanas Bijani por operarse también influyó la vida restringida a que las obligaba su situación física. Cualquier salida pública era un espectáculo para cualquiera, una circunstancia que las dos mujeres, inteligentes, sentían como una burla.

Ladan y Laleh Bijani compartían un espacio craneal y cerebral mucho más solidificado de lo que los cirujanos y ellas mismas sospechaban. El hueso craneal que las conectaba era inusualmente compacto y su disección exigió una gran fuerza y precisión. Los cirujanos actuaron siempre bajo el riesgo de causar daño cerebral. El cierre craneal se hizo con tejido óseo de cadáver.

Entre las dificultades de la operación figuró el hecho de que recibían la sangre cerebral a través de una única vena, dificultad que se resolvió implantando a Ladan un tramo venoso de su muslo.