Seis de los siete miembros de la banda de ladrones de Hatton Garden han sido sentenciados este miércoles por el que está considerado como el mayor robo en la historia de Inglaterra. El juez ha condenado a penas de siete años de cárcel a cada uno de cuatro de los principales miembros del llamado “ejército de los abuelos”, apodados así en la prensa por lo avanzado de su edad.

Los pensionistas que desvalijaron el famoso depósito de joyas el pasado año y se hicieron con un botín de 18 millones de euros, no pasaran la vejez disfrutando del sol para sobrellevar sus achaques. El juez, Christopher Kinch, ha condenado a John Collins, de 75 años, que sufre de diabetes, reumatismo, artritis y pérdidas de memoria, a siete años. Su misión fue vigilar durante el golpe, pero se quedó dormido.

DELICADA SALUD

A Terry Perkins, que cumplió los 67 años mientras saqueaba precisamente las cajas con diamantes y joyas, también le han caído siete años. Su delicada salud requiere casi una treintena de medicamentos diarios.

Danny Jones, de 58, un tipo raro que se viste con la bata de su madre y está obstinado con la lectura de la palma de la mano, recibió otros siete años, al igual que William Lincoln de 60, apodado “Billy el Pescado”, que padeció una doble operación de cadera y sufre de incontinencia, algo que le ha obligado a salir varias veces a los servicios durante la vista.

Carl Wood, de 59 años, con un papel menor en la trama, recibió seis años de cárcel. Huw Doyle, 48 años, el más joven, fontanero de profesión, acusado de lavado del dinero, ha sido condenado a 21 meses.

La sentencia del cerebro del golpe, Brian Reader, alias “el Maestro”, de 77 años, ha quedado pospuesta debido a su delicado estado de salud. Reader con un largo historial delictivo, no ha podido asistir a la vista. En las últimas semanas sufrió un derrame cerebral en la cárcel, por el que fue hospitalizado bajo la protección de nueve policías armados. Ha venido padeciendo también de cáncer de próstata y según sus abogados “le quedan pocos meses de vida”.

EN SEMANA SANTA

Hatton Garden Safe Deposit Ltd no es un depósito más de cajas fuertes de clientes adinerados. Se trata de la fortaleza del comercio de diamantes en Londres desde el siglo XIX, cuando De Beers comenzó a vender sus piedras preciosas procedentes de Sudáfrica. En la calle que da nombre al depósito y en la zona adyacente del céntrico barrio de Holborn, hay más de 300 tiendas y compañías relacionadas con la industria de los diamantes, el oro y las joyas. Su robo es una historia de película, con protagonistas de la tercera edad.

La banda eligió un largo puente de Semana Santa para perpetrar el robo, que llevaban más de un año preparando. A las ocho y media de la noche del jueves 2 de abril llegaron al inmueble de ocho plantas en el 88-90 de Hatton Garden en una furgoneta blanca vestidos con monos de trabajo y portando cajas de herramientas. Un hombre llamado Basil, con una peluca de color rojizo, que hasta ahora no ha sido detenido, les abrió la puerta. Las alarmas fueron parcialmente desactivadas y cuando una de ellas sonó, la policía creyó que era un error. Lo agentes no descubrirían el robo hasta el martes a primera hora de la mañana.

Los ladrones bajaron por el hueco del ascensor hasta el sótano donde estaban los depósitos. Después de cortar dos gruesas puertas de hierro con sopletes llegaron a un espeso muro de hormigón reforzado. Con una perforadora especial intentaron traspasarlo. El agujero perforado tenía apenas 50 centímetros de profundidad, 25 cm de altura y 45 cm de anchura. Los detectives más tarde se sorprenderían de lo minúsculo de las dimensiones.

Los cacos se encontraron con un nuevo obstáculo. La trasera metálica de las cajas de seguridad estaba doblemente atornillada, al suelo y el techo. A las 8 de la mañana del sábado decidieron marcharse con las manos vacías. Reader y Wood no volvieron nunca, pero el resto regresó a las diez de la noche con nuevas herramientas compradas ese mismo día. Esta vez lo consiguieron. Desvalijaron 73 de las 550 cajas de depósito. Lo sustraído, en dinero en metálico, esmeraldas, lingotes de oro, piedras preciosas, diamantes, zafiros, joyas y relojes de lujo, ascendía a 14 millones de libras.

Durante las semanas siguientes 'los abuelos' creyeron haber dado el golpe perfecto. Veteranos en el oficio, no habían dejado huella forense alguna que les vinculara al robo. Pero el grupo pertenecía a la “era analógica”, a la vieja escuela, como diría después uno de los policías. No sabían que gracias a las nuevas tecnologías, como cámaras de seguridad y la lectura automática de la matrícula del Mercedes blanco en el que Collins había regresado a Hatton Garden, habían identificado a su dueño.

"ESTA ES MI JUBILACIÓN"

A partir de ahí comenzó la vigilancia de los detectives de Scotland Yard, que siguieron, filmaron y grabaron durante semanas las conversaciones en un pub local y en los propios vehículos, de los miembros de la banda, cada vez más confiados. “Esta será mi pensión”, decía uno ellos. “Si nos cogen, por lo menos podemos tener la cabeza bien alta de que tuvimos nuestro último golpe”, se oye decir a otro.

Finalmente, los detectives esperaron para detenerles hasta el 19 de Mayo, cuando todos se reunieron para discutir el reparto del botín. Parte de las joyas fueron recuperadas, enterradas en dos alijos diferentes en el cementerio de Edmonton al noreste de Londres. Hay sin embargo un tercio del botín aún por hallar y uno de los participantes en el robo huido. Los derechos para la adaptación cinematográfica ya están adquiridos. Michael Cain estaría encantado de protagonizar la película.