TRtesulta que el autor de la agresión a la figura femenina de la escultura de bronce El Redoble, ubicada en la plaza de la Concepción, es un indigente habitual del parque de Calvo Sotelo. Resuelto, pues, el último caso de violencia de género en Cáceres. A saber qué daño le habría causado esta escultura al agresor, si la pobre no hacía otra cosa que embellecer la plaza y dar la hora a todo aquel que se la pidiera. Lo único que puede explicar --que no justificar-- la fechoría es que esa noche el acusado no hubiera bebido ni una gota de vino, y ya sabemos lo mal que actúan ciertos borrachos cuando están sobrios. Lo que no entiendo es por qué el agresor, reconocida su culpabilidad ante la Policía Nacional, fue puesto en libertad. Se habrá seguido el protocolo habitual, no lo niego, pero a mí me asusta la idea de que algún día este Dioniso local con antecedentes policiales reincida en su conducta y acabe derribando de un cabezazo la estatua de Hernán Cortés, caballo incluido.

Me estoy acordando de que la Torre de Bujaco estuvo a punto de ser demolida para aprovechar su piedra como materia prima en otras construcciones. Por no hablar de otra de nuestras esculturas, Leoncia, tantas veces herida y vejada por desalmados, o del denostado Womad, al que muchos quisieran finiquitar.

Ahora que Cáceres aspira a la capitalidad cultural 2016, nuestros políticos deberían hacer algo con los maleantes o, en el peor de los casos, con nuestros monumentos. O les dan un cursillo de Educación para la Ciudadanía a los primeros o revisten los segundos de hormigón armado. Todo sea por mantener en pie los símbolos de la ciudad.