Escuché en la SER a un emocionado Manolo Rivas recreando el llanto del mar de Galicia. Impactaban sus palabras, su mensaje directo al corazón, su relato entrecortado y su rabia contenida.

También emocionaba su suave llanto sin lágrimas, acaso producto del mismo llanto de un mar incomprendido, permanentemente agredido y despreciado. Pero aun siendo Rivas el mejor intérprete del alma de la Galicia de hoy, todo eso va a servir de poco ante lo que está pasando. Ante todo lo que nos han hecho a los gallegos y a la humanidad. Y ante todo lo que nos han negado. También ante todo lo que no hicimos los gallegos cuando tuvimos ocasión de hacerlo. Porque aquí (casi) nadie es inocente. Empezando por una clase política desnortada.

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