Sanidad, dignidad y derechos humanos. Ninguna de estas tres necesidad básicas están presentes ahora mismo en Ceuta. Unos 450 sin papeles vagan por las calles de la ciudad autónoma porque el centro público que acoge inmigrantes --que tiene 420 plazas-- está abarrotado. Por ahora, es la Iglesia la que está poniendo soluciones, pero está desbordada. Son demasiados inmigrantes y no hay polideportivo que lo soporte. ¿Dónde acudir? Al único lugar disponible: naves industriales abandonadas donde la miseria asusta.

Ante la falta de respuestas, los religiosos que están a pie de obra con los extranjeros han declarado la guerra a la Administración. A su juicio, la Iglesia está haciendo un trabajo que corresponde al Gobierno central y al autonómico. Esperaban que con el PSOE la situación fuera mejor. Pero no ha sido así. "La acogida humanitaria es responsabilidad del Ejecutivo, pero éste sólo aprueba parches. No hay voluntad política de solucionar el problema", afirmó ayer Paula Domingo, una veterana carmelita que trabaja desde hace años con inmigrantes en Ceuta.

SIN ALTERNATIVA La primera batalla de esta guerra tuvo lugar ayer. A las seis de la tarde, los dos jesuitas que están ayudando a las carmelitas desafiaron a las autoridades y convocaron a medio centenar de sin papeles de India y Bangladesh en la playa Benítez (las más concurrida de Ceuta) para comenzar un tratamiento contra la sarna, enfermedad que han cogido los inmigrantes por vivir donde viven.

Los religiosos tenían planeado hacerlo antes, pero la Consejería de Sanidad no les ofreció ninguna alternativa. "Nos remitió una carta en la que se decía que los inmigrantes se tenían que duchar y hervir la ropa, pero no nos dijo dónde lo podíamos hacer", destacó el jesuita David Sáiz, que la semana pasada también resultó contagiado.

Si no fuera porque el problema es gravísimo, la carta de Sanidad es para echarse a reír. Basta acercarse a las naves donde están durmiendo los inmigrantes para darse cuenta de que allí las condiciones infrahumanas se elevan a la enésima potencia. Hay ratas, kilos de basura, olor nauseabundo y miseria por todas partes. Por no hablar del calor que hace dentro.

LO UNICO QUE HAY Los jesuitas saben que una playa no es el mejor lugar para realizar un tratamiento antisarna. Pero reconocen que "es lo que hay".

Los sin papeles se ducharon --igual que hacen todos los días a las ocho de la mañana, a sabiendas de las autoridades-- y se rociaron el cuerpo son una loción especial. Aun así, la erradicación de la sarna no está garantizada. "Necesitamos ropa nueva porque la que tienen hay que quemarla. Pero, sobre todo, necesitamos otro sitio digno y limpio donde dormir", concluyó el jesuita Eduardo Infante.