El Parlamento español aprobó en el 2004 la ley contra la violencia machista, una ambiciosa norma que pretendía no solo disminuir los asesinatos de mujeres a manos de sus parejas o exparejas, sino enterrar definitivamente la sociedad patriarcal. Los diputados ratificaron el texto por unanimidad. Quince años después parece que ese consenso político está tiritando por culpa de la ultraderecha, a la que el feminismo y el empoderamiento de las mujeres le da urticaria. El resto de las fuerzas políticas han decidido, sin embargo, seguir luchando sin tregua contra los maltratadores.

Después de conquistar un amplio terreno en el Parlamento español, la ultraderecha se siente fuerte. Tanto como para que no le tiemble el pulso al renegar del término violencia machista. Ellos hablan de «violencia intrafamiliar». En su (indocumentada) opinión, las mujeres pueden ser tanto víctimas como culpables. Pero la realidad constata que, en lo que va de año, 52 mujeres han sido asesinadas por sus parejas o exparejas. Desde el 2003, cuando empezaron a contabilizarse de forma oficial, el número de asesinadas asciende a 1.028. A esa trágica cifra hay que añadir los 34 menores muertos por ese motivo (desde el 2013) y los 275 que se han quedado huérfanos.

SIN MIRARLE A LA CARA / La ultraderecha española, sin embargo, torpedea la lucha. Ayer, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y con manifestaciones repartidas por toda España para expresar el rechazo a esta lacra, Javier Ortega Smith, secretario general de Vox, lanzó un discurso incendiario en un acto institucional en el Ayuntamiento de Madrid. Sus palabras fueron tan hirientes que una mujer, sentada en una silla de ruedas, se encaró con él hasta las lágrimas. El diputado y concejal no se dignó ni a mirarle a la cara. Y eso que la tenía a escasos centímetros. La mujer, Nadia Otmani, es la presidenta de una asociación feminista marroquí. Hace tiempo defendió a su hermana de un ataque machista por parte de su pareja. El hombre le pegó tres tiros y ella quedó discapacitada.

En el resto de los partidos no hay ni media fisura en considerar la violencia contra las mujeres como un asunto que requiere máxima prioridad. «La ultraderecha falta al respeto e injuria la memoria de las víctimas, de sus familias y de sus hijos. No va a conseguir romper nuestro consenso. No vamos a flaquear ni un milímetro», afirmó la vicepresidenta del Gobierno en funciones, Carmen Calvo, a la agencia Efe con motivo del 25-N.

En esa lucha también están tanto Ciudadanos como el PP. A pesar de haber pactado con la ultraderecha en ayuntamientos y comunidades, el partido de Pablo Casado considera que la violencia contra las mujeres es «una de las violaciones de los derechos humanos más extendidas, persistentes y devastadoras del mundo». «Es una realidad social con la que convivimos y que debemos combatir unidos. Rechazamos a quienes a derecha o izquierda plantean una utilización partidista de una causa que nos debería unir a todos en torno a las víctimas. La violencia de género existe en nuestro país y quienes lo niegan o pretenden diluirla en otros tipos de violencia en el entorno familiar de muy distinta naturaleza e igualmente reprobable están haciendo un flaco favor a las víctimas», destaca el manifiesto escrito por el PP con motivo del 25 de noviembre.

Puede que en otros aspectos sociales y políticos, PSOE y su socio preferente de Gobierno, Podemos, tengan opiniones dispares. Pero en violencia machista van de la mano. Ambos apoyan impulsar el pacto de Estado contra la violencia machista (que la formación morada no apoyó en su día porque consideraba que se quedaba corto) y también reformar el Código Penal para eliminar la diferencia entre agresión sexual y abuso de tal manera que el consentimiento de la víctima sea clave para determinar si hay delito.

La extrema derecha asegura que la ley aprobada en el 2004 «no sirve para proteger a las mujeres». El resto de los partidos están convencidos de que el texto -que solo se ha modificado una vez, en el 2015, para incluir a los menores como víctimas- puede ser mejorado, pero se trata de una norma buena y pionera. Eso sí, necesita «dinero para que se pueda aplicar», añadió Pilar Martín Nájera, fiscala contra la violencia sobre la mujer.

ayer, nuevo crimen / «No le toquen nada; déjenlo todo como está, no se lleven nada». Así eran los gritos desesperados de quien ayer perdió para siempre a una hija. De esa manera se reflejaban los intentos de una madre por guardar «algo» de lo que significó para ella la corta vida de su ser querido. Y así se lo decía a los guardias civiles que todavía seguían en el piso donde ocurrieron los hechos, en el núcleo de San Isidro, en el municipio de Granadilla de Abona (al sur de Tenerife), antes del mediodía. La tragedia llegó a esta familia natural de León en una templada madrugada, justo en la jornada en la que se conmemoraba la lucha contra la violencia de género. Sara fue brutalmente acuchillada y degollada por su pareja en la vivienda en la que también residía la abuela de la víctima. No fue un hecho silencioso. Hubo gritos y activación de los cuerpos de seguridad y del personal sanitario, pero llegaron tarde. La joven había muerto cuando los agentes entraron en el domicilio.

Algunos vecinos habían escuchado peleas otras veces. Sin embargo, Sara no había interpuesto denuncia por violencia de género contra Jaime, el presunto autor del crimen, según confirmaron ayer tanto el delegado del Gobierno en el archipiélago, Juan Salvador León, como la concejala de Seguridad Ciudadana de Granadilla, Candelaria Rodríguez.

Como en tantos otros hechos de similares características, la imagen del ahora acusado era de una persona «tranquila, normal». Así lo expuso un vecino del lugar y el tío de la joven fallecida, Amador García Fernández. Hasta tal punto era así, que Jaime supuestamente se ocupaba de atender, bañar o ayudar a ir por la calle a la abuela de Sara, para ir al super o para coger la guagua, según relataban un hombre y una mujer que conocen a la familia.

En este episodio, el acusado presuntamente se valió tanto de su mayor corpulencia como del uso de un arma blanca. Frente a la baja estatura de la víctima, el ahora arrestado es alto y con una evidente mayor fuerza física.

La alerta a los servicios de seguridad y emergencias se produjo a las 4.45 horas de la madrugada. Los gritos procedentes de la vivienda fueron escuchados por residentes del inmueble, pero también por un barrendero y otros dos hombres que pasaban por la calle. La abuela oyó el altercado y se dirigió hacia la habitación donde se hallaba la pareja. Sin embargo, la puerta se cerró y, con ella, la posibilidad de volver a ver a su nieta con vida.