TYto nunca llegué a probar el Smorgarbord del complejo Alvarez de Cáceres, pero mis padres me han contado que era apoteósico. Ya se habían acabado los años del hambre, ya se acercaba la democracia y llegaba a Cáceres lo último en restauración: el Smorgarbord sueco, que consistía en muchos platos y en comer cuanto quisieras de cada uno de ellos. Era el primer buffet de Extremadura y quienes lo probaron lo recuerdan como la definitiva revancha contra el hambre, la posguerra y el complejo de Carpanta. Lo malo de aquello es que se institucionalizó, se convirtió en hábito de nuevo rico y lo del buffet libre ha sido símbolo de elegancia, opulencia y progreso hasta hace poco. Incluso hoy, para mucha gente, sigue siendo la señal imprescindible de que se ha salido de viaje. Pero afortunadamente, esta costumbre se acaba.

Ese desayuno buffet que aún sirve la mayoría de los hoteles extremeños es un atentado a la elegancia y al placer. Clientes haciendo cola para servirse café, para tostar pan, para coger huevos fritos... Lo moderno en los hoteles minimalistas donde mandan el mimo y el detalle es que te sientes a la mesa y te sirvan zumo de naranjas de verdad, pan crujiente, mermeladas caseras, fiambres de categoría, bollería recién horneada y café café en vajillas primorosas. El Smorgarbord estaba bien en los 70. Ahora tiene que regresar a Extremadura el desayuno a la mesa. Los turistas de hoy ya se han olvidado de los tiempos del hambre y no son tontos, sino cómodos y selectos.

*Periodista