Hablar de ciencia es, en el fondo, hablar de cómo funciona el mundo. Bien lo sabe este divulgador científico, presentador de programas como el televisivo Cazador de cerebros o el radiofónico A vivir, que en estos días presenta un libro sobre «las pasiones que despierta el conocimiento». A vivir la ciencia, explica, se escribió antes de que los científicos se convirtieran en protagonistas de una actualidad pandémica. «Defiendo una ciencia centrada en las personas, que intente responder a los problemas de la gente», dice Pere Estupinyá, el discípulo de Eduard Punset.

--¿Qué tal es esto de publicar un libro de divulgación científica en plena pandemia?

--Raro. Este libro nació cuando el covid-19 aún no existía. Dos días antes de enviar a la editorial el texto definitivo, añadí un apéndice sobre el tema. El mensaje que defiendo se hace todavía más válido; el de una ciencia más dirigida a objetivos y a afrontar los retos de la sociedad.

--Dedica el libro a su hija, Eva, para que un día descubra «las historias del mundo invisible». ¿La ciencia era, hasta ahora, una narración de historias invisibles?

--Sí, claro. Es que ver lo invisible es la parte más mágica de la ciencia. Nos permite descubrir lo más grande y lejano como la estructura del universo; lo más diminuto como la estructura y el comportamiento de los virus, y conexiones ocultas en la naturaleza, como la correlación entre CO2 y el cambio climático. Este conocimiento es maravilloso en sí mismo, pero también sirve para actuar. Y en esta crisis lo hemos visto de manera muy clara.

--¿Podemos pedirle a los científicos que den respuestas a cuestiones que ni siquiera ellos saben, como el caso de las terapias experimentales, o el desarrollo de una vacuna contra el covid-19?

--Sí, claro. Y entra dentro de su deber dar una explicación aunque no estén seguros. La gente necesita respuestas y los científicos, aunque no tengan certezas, tienen que acostumbrarse a ser ellos quienes contesten a estas inquietudes. Y, si hace falta, explicar las dudas que hay por el camino. Pero escondiéndose cuando la cosa se complica, o las preguntas les incomodan, no conseguirán convertirse en los referentes que reclaman ser.

--En el libro habla con fervor del paradigma de los mejillones.

--La historia del mejillón es un ejemplo increíble de la parte más fascinante de la ciencia. En la radio entrevistamos a un científico que investiga sobre la genética de estos animales, de cómo se protegen de patógenos o se enganchan a las rocas, y de las aplicaciones que le estaban sacando. La ciencia va mucho más allá de lo que publican revistas como Science.

--¿Cómo encontrar, pues, historias científicas fascinantes?

--Hay dos maneras: una es buscarlas sobre el terreno, yendo a los laboratorios y hablando directamente con los científicos. Siempre te sorprenden. Y la segunda es partir de los problemas o cuestiones de la gente y la sociedad e intentar resolverlos con información científica.

--Poco se habla de cómo trabajan los científicos. Cuando habla de dinosaurios, por ejemplo, habla de un campo poco financiado, en precario…

--Sí. La financiación española en ciencia es de las peores de la Unión Europea. Se necesita mucha más financiación y una mejor gestión. También necesitamos más diálogo entre ciencia y sociedad para decidir cuáles deben ser las prioridades.

--¿En qué sentido?

--En Chile, por ejemplo, hay infraestructuras gigantescas para estudiar el espacio. Pero el día que hubo un problema con los salmones, no había ni un experto sobre la cuestión. Es un error político que la ciencia no esté conectada con las necesidades del país. Defiendo que los políticos deben ofrecer dinero a los científicos para que investiguen lo que consideren necesario.

--En estos días en los que la ciencia intenta explicar qué está pasando, también vivimos un boom de bulos y teorías de la conspiración sobre el virus.

--Sí. En 100 años se seguirán recordando las teorías de la conspiración sobre el virus. Igual que ahora recordamos las teorías de la conspiración sobre la llegada del hombre a la Luna de 1969. A nuestro cerebro le gustan las sorpresas, y cuando aparece una explicación tan abrumadora, la recuerda con más facilidad aunque no sea cierta.

--¿Cómo luchar contra los bulos? También preocupa la difusión de seudoterapias.

--La divulgación es una parte pequeña de la solución. Necesitamos explicarle a la gente que hay cosas que funcionan y cosas que no, y eso pasa por dar información clara y rigurosa. Pero también necesitamos un compromiso de la Administración. De poco sirve que los divulgadores denuncien las seudoterapias si luego en las farmacias se sigue vendiendo homeopatía, en las universidades se hacen cursos de reiki y la Administración no sanciona a los que venden falsos remedios.

--¿Balance de la comunicación en estos tiempos de crisis?

--En general, los medios de comunicación han hecho un muy buen trabajo. Han dado mucha voz a los científicos y apenas se han colado iluminados. Esta crisis ha puesto a cada uno en su sitio. China no construyó un centro de medicina tradicional para hacer frente al virus, sino un hospital. Y, en general, el mundo ha escuchado más a los virólogos que a los homeópatas. Esa es una pequeña victoria, que debemos intentar mantener cuando esto pase.