Bourbon Street, corazón del barrio francés, alma de Nueva Orleans. Joseph Bellony, camarero del Johny White Sports Bar & Grill, se aplica en su misión: "ayudar a que la gente deje de preocuparse". Y lo está consiguiendo. Apostados en la barra de este garito, una decena de clientes habituales se toman, calientes, sus combinados. Son poco más de las dos de la tarde, pero el whisky fluye a raudales. Estaban allí ayer, anteayer, el día anterior... e incluso el lunes. El eslogan del local es "nunca cerramos", y se siguió a rajatabla incluso el lunes pasado, cuando el Katrina voló con fuerza sobre la costa del golfo de México.

Nadie podría identificar el poder destructor del huracán en este histórico barrio si no fuera por los locales cerrados en una zona que nunca duerme, algunos árboles caídos, la falta de electricidad y, por consiguiente, de hielo para el Jack Daniels.

En la ribera del Misisipí

El barrio, fundado por los franceses en 1781, se construyó al borde del Misisipí pero por encima del nivel del mar y del cauce del río, lo que lo preservó de la inundación. No fue así en otros barrios más modernos.

Por eso, allí siguen en pie Jackson Square, la Plaza de Armas y, firmes, Antoine Fats Domino, Al Jumbo Hirt y Pete Fountain, estrellas de bronce en el parque de las leyendas musicales. Y allí siguen también decenas de personas que han resistido en esta fortaleza y no se quieren ir.

Pillaje de supervivencia

Han tenido que hacer su parte de pillaje pero, como dice Allen, que recorre las calles repartiendo los famosos collares de Mardi Gras (carnaval), "no ha sido mucho". Lo corrobora, algo más en serio, Ride Hamilton, un joven de 29 años, que ha hecho de su casa un almacén de bienes de primera necesidad e incluso ha prestado atención médica a sus vecinos. "Porque el barrio francés es un auténtico vecindario", remarca.

En un clima de teorías de la conspiración, corre la historia de que se volaron las presas sabiendo que el barrio francés se salvaría. Hamilton ni la cree ni la deja de creer, aunque reconoce que "no sería de extrañar: lo salvarían a toda costa". "Este es el mejor sitio de la ciudad, el más seguro, el corazón y el alma de Nueva Orleans", señala Clay Casey, que acaba de aparecer retirando de una ventana una de las maderas que han protegido la tienda de fotografía de un amigo.

Vivir al día como filosofía

Casey lleva un gorro donde un tenedor sirve de antena a un lado y en el otro aparece un pequeño espejo retrovisor. Lleva una pulsera que resume su filosofía de vida: carpe diem (vivir al día). Lleva una armónica. "Podría tocar un blues" dice, "pero estamos rodeados de pena todos los días, sobre todo éstos, que parecen el escenario de día del juicio final".

Bellony, el camarero, cree que "ahora todo sólo puede ir a mejor". Mientras, a Clay Casey, lo ocurrido le sugiere una comparación con el ciclista Lance Armstrong. "Como en su caso, esto es como un cáncer que se está comiendo el alma del estado. Y lo que va a sanar es la energía". El piensa quedarse aquí "para la reconstrucción y para el nuevo principio". Y se alegra de algo que ha corrido peligro pero se ha salvado: "Lo mejor que había que proteger aquí era la libertad".

Los tesoros históricos y culturales del estado de Misisipí han sufrido un rudo golpe, sobre todo los arquitectónicos, pero en el barrio francés parecen haber sobrevivido con pocos daños. El Preservation Hall, un edificio de 255 años en el que se celebraban sesiones de jazz, aparece indemne. Por contra, el Old U.S. Mint perdió el tejado con el huracán y algunas de sus colecciones han sufrido daños. La Universidad de Tulane, que contiene el archivo oral de jazz más importante del mundo, "está a salvo", afirma su conservador, Bruce Raeburn.

Museos bajo custodia

En el Museo de Arte de Nueva Orleans "quienes se quedaron a custodiarlo son, realmente, los héroes del museo", afirma su director, John Bullard, que estaba de vacaciones el día del huracán. Pero, como decía Matt, uno de los contratistas que están reparando las líneas telefónicas dañadas en el área: "Si el barrio francés sigue en pie, Nueva Orleans sigue en pie".