TLta necesidad siempre lleva a encontrar soluciones para lo que precisamos. Posiblemente el resultado nunca será igual a lo que buscamos, pero, en ocasiones, puede ser mejor de lo que esperamos. Un ejemplo es el origen de los churros, que debemos a los pastores. Estos estaban acostumbrados a acompañar sus comidas con pan, por lo que, debido a las largas temporadas que pasaban en el campo conduciendo los rebaños en la trashumancia, decidieron que la mejor solución era elaborarlo ellos mismos. Parece que no tuvieron dificultades a la hora de confeccionar la masa del pan, pero sí se encontraron con un importante problema, pues en el campo no disponían de hornos en los que cocer. La necesidad llevó a una solución: freír la masa. De esta forma nacieron los churros, que tomaron prestado su nombre del ganado churro y terminaron extendiéndose por medio mundo. Yo, a veces, suelo medir mi felicidad y para ello utilizo unidades de medida como los churros. Es cierto que no son medidas universales, pero me han servido para descubrir el espacio-tiempo en el que puedo disfrutar más: los recuerdos de mi infancia y los domingos. Ya no he vuelto a encontrar churros como los que se hacían entonces y los domingos de ahora se parecen cada vez más a los lunes de antes. Ayer leí que hay un tipo llamado Eric , cocinero en el Artico, que ha lanzado un mensaje en internet en el que asegura que está dispuesto a hacer cualquier cosa a cambio de un millón de dólares (estoy convencido de que los domingos del Artico tampoco son ya los mismos y que las infancias allí acaban congelándose). Quizás la necesidad de Eric le ha llevado a buscar soluciones. El resultado puede que no sea lo que espera, pero, ¿y si le termina saliendo un churro?