La vista oral con jurado popular sobre la violación y asesinato de Tamara Navas Saldaña, de 9 años, no ha aportado hasta ahora elementos claves que incriminen directamente al único imputado, Juan Miguel Cerrillo, un albañil de 48 años vecino de Salou (Tarragon¨s), donde ocurrió el suceso en marzo del 2001. La fase testifical, que acabó ayer, resultó poco clarificadora y abundaron las contradicciones.

Fermín y Nieves, padres de Tamara, destacaron que su hija era una niña abierta y extravertida, aunque nunca se habría ido con un desconocido. Tanto el fiscal, Angel Villafranca, como los acusadores particular y popular, Tom s Gilabert y Philippe Trujillo, han intentado, mediante el interrogatorio de niños y adultos, demostrar que Cerrillo frecuentaba la plaza de Sant Jordi, donde jugaba Tamara, que el dia que desapareció estuvo con ella y que sexualmente le atraían las menores.

Pese a basar en ello su estrategia, no han logrado testimonios contundentes. Sólo que Cerrillo hacía comentarios lascivos sobre mujeres y la afirmación de un camarero holandés, que no asistió ayer al juicio, que dijo en el 2002 que el acusado era un depravado que decía que "las niñas cuando están listas para caminar también lo están para todo lo demás".

Mientras una menor relató que Cerrillo quedó con Tamara, su hermana no sabía nada y otro niño apuntó que el hombre que se fue con la víctima tenía "un perro pequeño, negro y peludo", cuando al procesado nunca se lo ha relacionado con un can. Para el letrado Gilabert, estas incongruencias se deben a fallos de memoria de los críos, pero el abogado defensor Oscar Cabrero sostiene: "No se ha identificado a mi cliente ni lo han situado en el lugar donde ocurrieron los hechos".