Un año después del accidente aéreo que dejó 154 muertos en las pistas del aeropuerto de Barajas, los familiares de las víctimas se reunieron ayer en el escenario de la tragedia para recordar a sus allegados y para subrayar la necesidad de que de esa dramática experiencia se extraigan las lecciones adecuadas para minimizar el riesgo de que, en circunstancias parecidas, haya otra catástrofe de esta magnitud.

Probablemente tienen razón los allegados de los fallecidos cuando denuncian que el avión McDonnell Douglas de Spanair nunca debería haber iniciado el despegue porque, entre otras irregularidades, tenía desactivado el sistema de alarma sobre la incorrecta configuración de las alas para la maniobra de despegue, el momento más importante de una operación de vuelo.

Tampoco es baladí la amarga queja de que en los fallos humanos que coadyuvaron decisivamente al fatal desenlace subyace la presión a que están sujetos los pilotos y los mecánicos por parte de las compañías para cumplir los horarios de los vuelos. Ni la sospecha de que las ambulancias que se desplazaron al lugar del siniestro habrían llegado antes --y habrían salvado algunas vidas-- si hubiesen tenido instrucciones más detalladas sobre la ruta para acceder al epicentro del drama.

Y, en fin, es perfectamente legítimo pensar que las Administraciones competentes deberían ser más estrictas en las exigencias de los controles de seguridad en la aviación civil.

Sobre este último aspecto, el titular de Fomento, José Blanco, anunció ayer un paquete de medidas para mejorar la situación actual mediante la adscripción de ±más recursos y más mediosO a la prevención de accidentes. La vía formal para ello será probablemente la reforma de la ley del 2003. Uno de los objetivos será, subrayó el ministro, garantizar más eficacia y transparencia en la investigación de este tipo de sucesos. Sin ser lo más importante --lo primero, obviamente, es incrementar la seguridad de los pasajeros--, es de sentido común que las pesquisas para esclarecer un siniestro aéreo no pueden prolongarse durante años, como sucede en la actualidad, y que la determinación de responsabilidades por parte de la justicia debe producirse en un plazo razonable para que tenga sentido y efectos prácticos.

Nada devolverá la vida a las víctimas del vuelo JK 5022, pero, como dijo ayer un familiar de una de ellas, el mejor homenaje que se puede hacer a los fallecidos es aumentar la seguridad aérea.