Los labios de Ana Bella parecen siempre dibujar una cálida sonrisa y sus ojos azules animan a seguir con atención las historias que cuenta entre risas, es tal el ánimo que desprende que no puedes imaginar que haya sufrido en sus propias carnes la violencia machista, ni que ahora dedica toda su energía a concienciar sobre un hecho tan dramático. Las historias que cuenta no suelen empezar bien, ni son vivencias positivas, al contrario, son historias con un trasfondo difícil y maltrato de por medio, pero sin embargo ella te las cuenta entre risas, con aliento y siempre intentando buscarle un final mejor al asunto.

"Un día teníamos que ayudar a una mujer cuyo maltratador solo le permitía salir para ir a misa --cuenta Ana Bella--. Parecía una operación de los geos, mientras entraba a la iglesia, teníamos que tener un coche preparado y sacarla por la puerta de atrás". Parecen escenas de película, pero es la triste realidad: un alto porcentaje de mujeres se encuentran en situaciones similares y no denuncian solo por temor a quien las maltrata, sino por miedo a la sociedad y a los entornos en los que viven.

"No somos una oenegé, y eso es lo que nos hace diferentes. En la Fundación Ana Bella ayudamos a las mujeres en el momento que lo necesitan, y como todas nosotras hemos sufrido la violencia, intentamos entender qué es lo que realmente las puede ayudar", dice. Y explica que en los labios de todas ellas, poco a poco, se va dibujando una sonrisa y la tristeza se va perdiendo en la profundidad de sus miradas y posiblemente algún día se borre de sus corazones.

"Un día de Reyes fuimos a ayudar a una mujer para que se escapara con sus cinco hijos --cuenta--; pretendía ir en mi coche, pero no había tantas plazas, y llamé a una compañera que tiene una furgoneta y, aunque era un día especial, fuimos a ayudarla, porque ese era el momento en que nos necesitaba. Actuar en momentos específicos puede ser crucial".

En los pueblos, prosigue Ana, las mujeres saben que todo el mundo conoce a su maltratador y no están seguras de cuál será la reacción de la gente. "En ocasiones han sido rechazadas por los vecinos, que se ponen de parte del maltratador. La gente piensa que la mujer está acabando con una familia, pero no se da cuenta de que realmente se está acabando con la vida de la mujer".

Ahora es Vanessa quien habla, mientras sus compañeras le prodigan cariño: "Yo vi a Ana en la televisión y pensé que quería ser como ella, y fue así como saqué fuerzas para salir de esa espiral". La historia de Vanessa es triste, relata que llegó a sentirse insignificante, pero ver a otras mujeres que no solo habían salido de esto, sino que más que víctimas se consideraban supervivientes, la ayudó a impedir que su vida acabara así.

No les gusta la palabra víctima, es una palabra negativa. Si la buscas en el diccionario, todas sus connotaciones entristecen y eso es justo lo contrario de lo que ellas quieren. Víctima: persona o animal sacrificado o destinado al sacrificio, persona que padece daño por culpa ajena o por causa fortuita, persona que muere por culpa ajena o por accidente fortuito.

No al victimismo

Ellas son mujeres que quieren ser las dueñas de sus decisiones No quieren victimismo, ni compasión, quieren ser fuertes y seguir adelante. Un superviviente sale adelante y ese es el objetivo de la fundación de Ana Bella, que todas estas mujeres reconstruyan sus vidas y puedan ser independientes.

"Todo lo que hemos vivido es una experiencia que podemos aprovechar en otros campos, al principio solo nos querían dar trabajo limpiando u otros empleos de ese estilo. Nadie quería contratar a una víctima de violencia machista, pero en realidad somos mujeres capaces de mucho más. Se puede aprovechar nuestra experiencia en el entorno laboral; sabemos trabajar bajo presión, optimizar gastos y aguantar a los peores jefes", dice Ana mirando a sus chicas.

Todas subrayan con una sonrisa el comentario de Ana. Y una apunta: "Todo esto no se aprende ni en los mejores másteres". Entonces liberan las carcajadas, se les ve alegres y se nota que se sienten orgullosas de lo que han logrado y de que ahora son, por fin, las dueñas de sus vidas.