TUtna sorpresa puede ser algo bonito, el regalo que esperabas o algo muy parecido a un susto que te pilla desprevenido y sienta fatal. En esto del gobierno de la junta todo parece sorprendente. Pasmo, confusión, extrañeza y cabreo exagerado para unos, alegría sobrevenida y admiración para otros. Las reacciones están siendo bastante divertidas, si no fuera por el tiempo que estamos perdiendo y el desgobierno general que nos asiste. Desde el susto, los recién perdedores se escudan en la incoherencia y traición a una hipotética izquierda cuya receta solo ellos conocen, y el señor Lara , desde Madrid --también con la receta de la izquierda en la mano-- intenta una especie de pirueta imposible. Andan un poco desorientados, sobre todo los que andaban en el sillón sin otro oficio, porque la silla del paro debe de tener el asiento durísimo. Los hay con profesiones y empleos, aunque menos apetecibles y también desorientados. El propio Mr. Guille empezó diciendo que se largaba a su profesión y, tras un lacrimógeno texto con menciones al Barça y a su hijo, se dispone a coger banqueta de oposición --¿durará en ese incómodo lugar?-- y explica que mientras llega el relevo su gobierno en funciones no tomará ninguna decisión sin consultar. Sonaría genial si no fuera porque llevan meses sin tomarlas. Los próximos, cuya llegada puede sorprender pero de momento no debería asustar, encontrarán cosas desconcertantes. Son nuevos, mas también de izquierdas. Porque ha quedado reducida a doce propuestas bastante inanes --la más llamativa, la de recuperar el impuesto de patrimonio es una migaja-- que todos se adjudican sin que se les mueva un pelo. Y esto sí que resulta una sorpresa en toda regla.