Con una vida en marcha, a los 41 años Gabino Diego ya ha compuesto una autobiografía personal con la que lleva cuatro años recorriendo los teatros españoles (Una noche con Gabino ), un recorrido por éxitos y fracasos, un relato de sus comienzos como actor, de malas y buenas críticas, de viaje a Hollywood para asistir a la concesión del Oscar a Belle epoque : una crónica de "una carrera de fondo", la suya como artista, que ayer repasó someramente antes de la apertura de la temporada cinematográfica de Caja de Extremadura en Cáceres.

La entidad lo invitó a una sesión en la que se proyectó La hora de los valientes , donde el actor protege un autorretrato de Goya en el Madrid sitiado de la guerra civil

El joven que, ante la mirada de su madre y las amigas de ella, tocaba la guitarra con un colega a las puertas de El Corte Inglés, asomó en el cine en 1983 con Las bicicletas son para el verano , afirmó su carrera con El viaje a ninguna parte y Ay Carmela , y ha cumplido su "sueño" de ser actor, y de serlo sin grandes altibajos, sin paros forzosos. Para él no se cumple la experiencia que observa en otros. "Ves triunfos y lo difícil que es mantenerse", afirma. Tampoco puede hablar de fracaso. "Todos los actores los han tenido y no pasa nada; pero es cierto que yo no me puedo quejar. He interpretado en cine, en teatro, he cantado. Soy feliz en un escenario".

Ni siquiera ha tenido que firmar un contrato para anunciar hamburguesas, como han hecho otros "actores maravillosos. Pero así ocurre en este país".

El prestigio, viene a decir, no lo cimentan los Oscar o los Goya o alguna de esas exitosas series de la televisión, por las que él no ha transitado. "Tendría que estar muy seguro, porque significa pasarse dos años de tu vida en una serie".

Su propia experiencia está en permanente renovación. "Uno siempre se recicla y aprende para mejorar o tratar de ir por otros caminos", afirma. Sea en pequeños o en grandes papeles. En significativos o populares. Todos exigen una preparación, como en Torrente , donde pasó tres meses en un gimnasio para adelgazar, y se pateó las calles buscando gestos en las gentes para añadirlos a su personaje.

Proyectos atrasados

"El 80% de los papeles que he interpretado han sido tragicómicos", afirma un actor cuya cara está asociada a la risa. Algo a lo que no le da importancia. "Lo que quiero es interpretar personajes bonitos, de carne y hueso".

Después de su alejamiento del cine en beneficio del teatro, en marzo retomará proyectos atrasados. La segunda parte de El oro de Moscú , una obra musical para teatro y otra sobre El cazador de leones , del escritor aragonés Javier Tomeo.

¿Y Woody Allen no contó para usted para su película española? "Me dijo que no había papel para mí", dice sonriendo. Imita a Woody Allen en inglés y en español. A los periodistas cacereños que le escuchan les hace gracia. "Pero al responsable del casting, no se la hizo. Solo había papeles para Bardem y Penélope".