De la misma forma --aunque la comparación pueda resultar odiosa-- que el actor Rock Hudson dio a conocer definitivamente, en 1984, la existencia del virus de inmunodeficiencia humana (VIH), inédito hasta entonces para la mayoría, que destruía de forma tortuosa y cruel en apenas tres años la vida de los enfermos de sida, el actor Michael Douglas ha puesto en el conocimiento masivo del público otro penoso hito médico: la posibilidad de sufrir cáncer de boca o faringe a través de un virus de transmisión sexual. El pasado junio, Douglas reconoció haber sufrido esa forma de cáncer. Admitió que el origen de la infección estuvo en la práctica de sexo oral, con la que se le habría transferido el virus del papiloma humano (VPH). Y concluyó que, pese a todo, estaba curado.

Desde entonces, el mundo médico no ha hecho más que encuadrar, con cifras cada vez más preocupantes, un riesgo de contagio de cáncer, a través del VPH, que atenta de forma irrefutable contra los hábitos más íntimos de la población mundial: los de carácter sexual.

Los médicos insisten en que ese riesgo solo es realmente una amenaza cuando el sexo se practica con "promuscuidad y múltiples parejas", según define el epidemiólogo Xavier Castellsagué. Esta puntualización podría dejar a salvo a las parejas que no se ajusten a los citados parámetros. El virus del papiloma humano se convierte en un foco potencialmente cancerígeno cuando las lesiones a que da lugar reinciden, no se eliminan en un periodo corto de tiempo y se adentran por los órganos afectados. Para una mayoría de infectados, el VPH pasa desapercibido: es eliminado por el sistema inmunitario en los dos años posteriores al contagio inicial.

La confesión de Michael Douglas, motivada por una filtración médica poco respetuosa, puede resultar finalmente provechosa para un buen número de individuos que, gracias a la confidencia del actor, han tomado conciencia del riesgo en que incurren con frecuencia. Los famosos nacen, se infectan y mueren como todo el mundo, pero su vida contiene un reflejo multiplicador de un valor incuestionable.