THtablo por teléfono con una amiga sobre una sopa exquisita que estoy preparando y le pido que me aconseje sobre si sería conveniente echarle un poco de Avecrem al caldo... ¿Verdad que a estas alturas de la columna piensan ustedes que hoy va de gastronomía? Pues no, se han equivocado. Vuelvo a escribir sobre Cataluña. Porque mi amiga me aconsejó así: "No le eches Avecrem porque es una marca catalana, échale mejor Starlux, que no sé de dónde será, pero sí estoy segura de que no es de Cataluña". ¿Pero a dónde hemos llegado? Nos da lo mismo si un producto lo hacen genocidas, belicistas o multinacionales que explotan niños. Con tal de que no lo fabriquen los catalanes... Me dicen mis amigas: "Tienes que escribir más contra los catalanes". ¿Pero por qué, qué diablos han hecho, qué culpa tienen los obreros de Avecrem o los operarios de Freixenet de las iluminaciones de sus políticos para que nos confabulemos todos en busca de la ruina de los dueños de esas fábricas (que nunca se arruinarán) y del paro de sus obreros (que sí se quedarán sin empleo)?

Este fin de semana me he enterado de que en Moraleja y en Castuera están las dos fábricas de alcoholes de garrafón que surten de botellas asesinas a los pubs malditos de Extremadura. Son alcoholes metílicos muy peligrosos para la salud. Todo el mundo sabe dónde están, pero nadie los boicotea ni los persigue, preferimos hacer campaña anticatalana, que resulta más divertida. ¿O vas a comparar la tontería de que nuestros hijos se queden ciegos por el metilo con la risa que da boicotear a los catalanes?