Los 39 cuerpos congelados en un camión en el Reino Unido con pasaportes chinos desencadenaron una evidente cuestión: ¿por qué docenas de personas de la segunda economía mundial e inminente primera, que disfrutan de ese “sueño chino” que predica su presidente Xi Jinping, se juegan la vida en una azarosa travesía para ganársela en un lejano país de glorias pretéritas? Las investigaciones policiales han revelado que no eran chinos sino vietnamitas, pero la cuestión persiste.

Vietnam es el milagro desconocido de Asia. Sus reformas de 1986 enterraron la decrépita economía planificada y cesaron los éxodos de un país devastado por las guerras. El país ha luchado con eficacia contra la pobreza, encadena crecimientos anuales del 7%, exporta a todo el mundo, ha hecho las paces con sus enemigos históricos, está completando con éxito la delicada transición de un modelo de manufacturas que se beneficia de los bajos salarios a otro de productos tecnológicos, su renta per cápita ha pasado de 95 dólares en 1990 a los actuales 2.342 y las encuestas revelan un radiante optimismo. La misma cuestión: ¿Por qué?

UN MILAGRO QUE NO ES PARA TODOS

Son las desigualdades sociales. En Vietnam, como en China, el milagro económico no ha beneficiado a todos por igual. A un puñado de kilómetros de la occidentalizada Ho Chi Minh, de la efervescente Hanoi o de las turísticas Hoyan o Hue, muchos vietnamitas siguen atados a una vida rural de áspero presente e incierto futuro. El grueso de los inmigrantes locales llegan de las provincias centrales de Nghe An, Quang Binh y Ha Tinh, con una tradición migratoria sedimentada durante décadas. Las nuevas y lujosas viviendas levantadas con el dinero remitido por los emigrantes que salpican la pobreza reinante subrayan el mensaje: el éxito exige hacer las maletas. Más de 18.000 vietnamitas llegan a Europa cada año.

Su destino natural es el Reino Unido, con una nutrida colonia de compatriotas y abundantes empleos en restaurantes, salones de belleza o plantaciones ilegales de marihuana. El 70% de los vietnamitas llegados entre el 2009 y el 2016 fueron víctimas de explotación laboral, según datos del Gobierno inglés. No es, pues, un fenómeno nuevo. El embajador Gareth Ward recordaba antes del hallazgo de los cadáveres en Essex las muertes por frío extremo o falta de oxígeno en los camiones. “Muchos ni siquiera llegan a pisar la tierra prometida”, aclaró.

'PASAJES' DE MILES DE EUROS

El camino depende del bolsillo. Las redes de traficantes ofrecen una oferta diversificada, desde la clase turista a la de ejecutivo. La primera, por unos 3.500 euros, obliga a una odisea homérica de incesantes peligros. La ruta incluye China y Rusia hasta alcanzar el corazón europeo, con desplazamientos nocturnos a pie para eludir los controles fronterizos. En la segunda, que alcanza las decenas de miles de euros, se utilizan pasaportes falsificados o duplicados para subirse a un avión. Pero ambas convergen en París: la única opción para atravesar el Canal de la Mancha es apretarse en un camión y confiar en que los funcionarios no lo registren. Pham Thi Tra My, de 26 años, había pagado 35.000 euros por su pasaje. Unas horas antes de que el camión fuera abierto en un polígono industrial había mandado un mensaje de texto: “Lo siento, mamá. No he tenido éxito en mi viaje. Me estoy muriendo porque no puedo respirar”.

La opción VIP equivale a décadas de ingresos en las zonas rurales. Pero la suma se entiende como una inversión de futuro y los fuertes lazos familiares de la tradicional vietnamita aceitan el trato aunque obligue a hipotecar viviendas, vender terrenos o pedir préstamos.

El Reino Unido parecía la solución idónea para Bui Thi Nhung. Su padre había muerto de cáncer, una enfermedad impedía trabajar a su madre y el resto de familia juntó el dinero para que emprendiera el viaje en agosto. “Sólo quiero una vida tranquila”, aclaró en las redes sociales. Pasó por China, Alemania y Bélgica. En las redes sociales se mostraba como una turista más, disfrutando del té con leche fría y bolitas de gelatina dulce que disfruta la juventud en Hanoi o Ho Chi Minh. “Cuando estaba en Vietnam pensaba que Europa era rosa, pero resulta que es negra”, escribió en las redes sociales. Pocos días después se subió a un camión hacia el Reino Unido. Tenía 19 años.