Su dolor era insoportable, su vida se había convertido en una jaula sin escapatoria. Exhausta de tanto luchar contra su enfermedad crónica, Anja D. optó por poner fin a tantos años de angustia. Vertió entre 90 y 150 pastillas para dormir y las hizo bajar por su garganta. La sobredosis de somnífero la llevó a desmayarse y entrar en un profundo coma. Antes de caer agarró el móvil y se despidió de su doctor. «Gracias. Todas tragadas», escribió. Christoph T., médico de la familia durante 13 años, la visitó. Sesenta días después, el 18 de febrero del 2013, Anja murió.

Cinco años más tarde, el caso ha llegado a la justicia. Un tribunal de Berlín acusa a su doctor de haber contribuido por omisión a la petición de morir de su paciente. Para probarlo, asegura que él entró en casa de la mujer cuando esta le avisó -el médico tenía una llave- y que debería haber actuado para salvarla.

Por su parte, el doctor considera que la acusación es «absurda» y que actuó «moralmente y éticamente bien» al ver que su paciente sufría unos dolores extremos e irreversibles. Antes de suicidarse, había intentado quitarse la vida cinco veces y había amenazado con arrojarse a las vías del metro de la capital. «Ella quería morir -dijo ante el juez-. Fue la decisión seria de una persona decente. Habría tenido una muerte violenta si hubiese rechazado ayudarla».

La acusación contra el doctor es controvertida. En el primer intento de la Fiscalía un tribunal de Berlín descartó abrir investigación. Tras la negativa, el Tribunal de Apelación anuló esa orden y solicitó una nueva demanda a otro tribunal penal. Este jueves, los abogados de Christoph T. aseguraron que la resolución del caso podría sentar precedente.

10.000 SUICIDIOS AL AÑO / Como Anja, casi 10.000 personas se suicidan cada año en Alemania. La eutanasia activa, aquella por la que el médico induce deliberadamente a la muerte a su paciente administrándole una dosis letal, está prohibida en Alemania y castigada con penas de hasta cinco años de prisión. La pasiva, que contempla métodos para prolongar la vida del paciente como la ventilación asistida, es legal.

Aunque la mayor parte de los alemanes quiere legalizarla, el acceso a una muerte digna es complejo. Tras años sin una legislación específica para el suicidio, en noviembre del 2015 el Parlamento alemán rechazó la propuesta de los Verdes de legalizarlo completamente. Aunque las encuestas apuntaban a que dos tercios de la población apostaban por la legalización, el Bundestag votó a favor de castigar con penas de hasta tres años de prisión la asistencia que se prestase con un interés comercial. Así, se cerraba la puerta a empresas y asociaciones que ayudaban a los pacientes a morir a cambio de dinero.

Sin embargo, esa norma dejó incógnitas por despejar: no concretó, por ejemplo, si la asistencia al suicidio se contemplaba como un acto criminal en todos los casos.