El enfermo ingresado en el Hospital de Vall d´Hebron de Barcelona que desde hace casi un año esperaba un donante compatible que le permitiera recibir un trasplante de cara alcanzó su objetivo el pasado fin de semana. Un equipo de 30 cirujanos, anestesistas e inmunólogos, coordinados por el doctor Joan Pere Barret, realizó la intervención, de la que únicamente se sabe que concluyó bien. Es el octavo trasplante de cara que se completa con éxito en el mundo y el tercero en España, tras los realizados en los hospitales La Fe de Valencia y Virgen del Rocío, de Sevilla.

Médicos y familiares han decidido no facilitar de momento ningún dato de la operación para evitar que, por proceso deductivo o de forma truculenta, se logre identificar al donante, una circunstancia indeseable que ocurrió tras el primer trasplante de cara. Aquella intervención, dirigida el 19 de agosto del 2009 por el cirujano Pedro Cavadas, en La Fe, llegó seguida de un comunicado que aportó datos tales como la edad de donante y receptor o la circunstancia de la muerte del primero. En pocas horas, los medios de comunicación dieron con la identidad, e incluso la dirección, de la familia del fallecido que había cedido el órgano vital. Este cúmulo de invasiones en la intimidad y la confidencialidad están específicamente prohibidos por las leyes españolas que protegen la donación de órganos. Tras el segundo trasplante, el de Sevilla, no se produjo la identificación del donante, pero se estuvo muy cerca. Por ello, en este caso los responsables sanitarios decidieron aplazar unas semanas cualquier concreción sobre el trasplante.

CONFIDENCIALIDAD Identificar al donante de un órgano tan estratégico como la cara puede implicar serias consecuencias para el receptor, por más que el resultado de la operación que se dé finalmente muestre escasas semejanzas faciales entre ambos. La cara se encuadra en una osamenta individual y lo que se trasplantan son unos músculos y órganos blandos que se acoplan a la estructura de base o a su reconstrucción metálica, como sucedió con el enfermo de Valencia. Si se rompe la cadena de confidencialidad de este intercambio fisiológico, las dos familias implicadas quedan a disposición de imprevisibles molestias de orden psíquico, que experimenten ellas o personas próximas. También se pondría en cuestión la obtención de órganos para futuras intervenciones, alertan los responsables del programa español de trasplantes.

El trasplante facial es, técnicamente, uno de los intercambios de órganos humanos más complejos que existen ya que, además de asegurar la compatibilidad inmunológica entre donante y receptor, los cirujanos deben acoplar y enlazar numerosos nervios, venas y arterias que, a diferencia de los órganos internos, son muy vulnerables a infecciones por contacto ambiental. Su ventaja es que cualquier incipiente rechazo celular al órgano ajeno se percibe de inmediato, cosa que no sucede con tanta rapidez tras el trasplante de un riñón o un corazón, por ejemplo. La operación que el doctor Cavadas emprendió en Valencia tuvo como dificultad añadida el hecho de que el receptor consiguió, además de la musculatura facial perdida, una nueva lengua y una mandíbula, órganos de los que no disponía desde hacía 11 años a consecuencia de un tumor.

El Consejo Interterritorial de Salud, integrado por todas las comunidades autónomas, autoriza estas intervenciones cuando se trata de atenuar un sufrimiento muy superior al que implicará la dura recuperación.