Chía. Lino. Quinoa. Espelta. Aceite de coco. Alga wakame. Batidos detox. Los llaman superalimentos y no lo son. «¿Existe Supermán? No, pues ya está. Tampoco los superalimentos». Así de tajante se muestra Julio Basulto, dietista-nutricionista y divulgador. Harto de falsos mitos, estrategias publicitarias, dietas de moda, información falsa y charlatanes de la alimentación, Basulto grita basta ya. Y como él, muchos colegas. Su receta es así de básica: «Lo más sensato no es comer bien, sino dejar de comer mal».

«Todos queremos tener buena salud. Y si alguien nos promete que la quinoa, por ejemplo, nos la garantiza, pues la comemos», explica Basulto con ironía. Hay varios factores que, en su opinión, explican el actual entorno de engaños nutricionales y desinformación: «Una codiciosa industria alimentaria dispuesta a hacer lo que sea para encasquetarnos sus productos, unos charlatanes que venden muchos libros y que nos dicen que el cáncer se cura comiendo manzanas, unos medios de comunicación irresponsables que lanzan mensajes distorsionados y una legislación insuficiente».

Galletas con «cereales milenarios» y semillas de quinoa, chía y lino. Palitos de pan con espelta y avena. Zumos de «soja maravillosa». Batidos de «almendras de leyenda». Un simple paseo por el supermercado confirma que la industria se ha volcado en lo presuntamente saludable y los sabores supuestamente tradicionales. «La palabra milenario hace creer que es mejor porque es antiguo, pero, en realidad, lo moderno suele ser mejor. ¿Volveríamos a las palomas mensajeras para comunicarnos o nos quedamos con el móvil y los ordenadores? Pues lo mismo con la comida».

quinoa versus arroz / Julio Basulto explica que las atribuciones que se hacen a determinados alimentos de moda, como las semillas, exceden el sentido común. Puede que un plato de quinoa sea saludable. Pero es exactamente igual de saludable y tres veces más caro que un plato de arroz integral. Por otra parte, la chía no aporta nada que no se pueda obtener de otro alimento más barato (y sabroso) como las nueces y las avellanas.

Las semillas, sin embargo, se han metido de lleno en muchos productos del supermercado. Para empezar, en los (nada saludables) snacks. «Al consumidor le parece algo bueno. Pero si miramos la etiqueta vemos que tienen 2,6 gramos de sal por 100 gramos, una barbaridad porque Sanidad considera que un alimento tiene mucha sal a partir de los 1,25 gramos por 100 gramos».

Respecto a la sal, no deja de sorprender la cantidad de tipos que hay: de Himalaya, en escamas, rosa… Otro falso mito. «Muchos están convencidos de que estas sales son mejores que la sal común y echan más cantidad a sus platos. Un error. Lo que deberíamos tomar, según la Organización Mundial de la Salud, es sal yodada. Las sales de moda no tienen yodo. Así que vayamos a la yodada, que además es más barata».

Otro alimento bendecido por los gurús healthy es el aceite de coco. «No es veneno, vale. Pero tampoco es sanador. Hay aceites más sostenibles y más baratos», resume Basulto, que también está harto de escuchar que la miel es una especie de panacea para nuestra dieta. «La compras porque crees que es mejor que el azúcar. Pero es exactamente lo mismo. Y, al pensar que es sana, echas más cantidad».

Uno de los efectos más perniciosos de los mal llamados superalimentos es la falsa sensación de seguridad, que está comprobada científicamente. «Te tomas un producto que crees que tiene propiedades sanadoras y dejas de fijarte en otros aspectos importantes de tu dieta y tu vida, como evitar el alcohol, el tabaco y el sedentarismo».

FALSOS MITOS / Convencido de que ha llegado la hora de la «resistencia nutricional», Basulto es autor de varios libros. Entre ellos, Más vegetales, menos animales; Mamá come sano y Se me hace bola. Tratan de desterrar falsos mitos sobre la nutrición y que se suman a otros muchos, como los de Aitor Sánchez (Mi dieta ya no cojea) y Juan Revenga (Adelgázame, miénteme), títulos que se abren paso en las librerías para ofrecer un punto de vista científico sobre la alimentación saludable y contrarrestar la vorágine de obras firmadas por los charlatanes de la salud.

Conscientes de cierta obsesión por la comida saludable, las cadenas de alimentación se han volcado en los productos biológicos y ecológicos, que ya no son coto excluso de herboristerías. ¿Son mejores? No. «Son exactamente iguales a los otros. Desde el punto de vista nutricional, no hay diferencia. La única es que los bio/eco cumplen con una normativa de agricultura ecológica, tienen que usar un tipo de pesticidas que se supone que son más respetuosos con el medioambiente», afirma la farmacéutica y experta en industria alimentaria Gemma del Caño, que destaca que los pesticidas de los productos que no son eco están «perfectamente controlados y siempre por debajo de índices de riesgo».