Estaban en el país de las maravillas desde mucho antes de que Tim Burton estrenara película. Ahora tengo la impresión de que querían convertirnos a todos en sombrerero loco y por eso nos tenían liados con promesas absurdas, estadísticas banas y declaraciones inanes, a ver si se nos iba la razón y elegíamos susto. Otra posibilidad es que eligiéramos muerte. Muy sencillo: desatarían una gran depresión estilo Wall Street y empezaríamos a tirarnos por ventanas y balcones como si fuéramos capitalistas dominados por el pánico. Eso les habría ido bien, pues un suicidio en masa puede desahogar bastante las arcas del Estado. Si procuraban estimular el pánico entre los mayores, menos pensiones. Si lo hacían entre jóvenes mujeres en edad de procrear, menos nacimientos. Solo con contagiar el miedo atroz entre funcionarios y otros empleados públicos el ahorro se dispararía. Cualquier cosa con tal de quedar bien ante los Obamas y las Merkel que aparecieron de pronto transformados en reinas de corazones dispuestas a cortar cabezas. Y ellos, por si acaso, empezaron por cortar las de los demás, las del personal de tropa. Con esto de las prisas, ni siquiera han tenido tiempo para dar a elegir. De momento optan por asustarnos a todos. Si eres funcionario, es posible que te haya dado un pasmo del susto, solo superado por el que te produce saber del despilfarro ostentoso que este Estado y sus sucesivos gobiernos han venido perpetrando desde que ante sus ojos se iluminaba el país de las maravillas. Disimula y, sobre todo, no te quejes, que todo puede empeorar. Eres un ser prescindible y cualquiera puede alegrarse de tu mal o, encogiéndose de hombros, decirte: haber cogido muerte.