Una pequeña isla esforzada en salir de la sombra china ha abierto la senda hacia el matrimonio homosexual en Asia. El Parlamento de Taiwán aprobó este viernes por la mañana mayoría absoluta la unión de pleno derecho entre personas del mismo sexo tras rechazar la normativa afeitada propuesta por la oposición conservadora. Fue sido una sufrida victoria para la comunidad LGTBI, para la presidenta Tsai Ing-wen y para Taiwán, un admirable ejemplo en materia de derechos civiles en un continente con muchos deberes pendientes.

La ley permite las "uniones permanentes exclusivas" en parejas homosexuales y añade una cláusula que las autoriza a solicitar la inscripción en el registro matrimonial. El Parlamento aprobó la ley a contrarreloj, apenas una semana antes de que expirase el plazo que le había concedido el Tribunal Constitucional dos años atrás. Aquella histórica sentencia, aprobada por 12 votos a favor y dos en contra, declaraba inconstitucional la prohibición del matrimonio homosexual y concedía a los legisladores hasta el 24 de mayo de este año para que se modificara la normativa o entraría en vigor de forma automática. El pedregoso camino culminado este viernes se explica porque no dio instrucciones sobre cómo hacerlo.

TRES PROPUESTAS

El Parlamento votaba este viernes tres propuestas. La del Gobierno, ocupado por el Partido Democrático Progresista (DPP), era la única que incluía el término "matrimonio" y la que más se acercaba a la igualdad de derechos con las uniones heterosexuales. No será plena porque solo contempla la adopción del hijo biológico del cónyuge y prohíbe la inseminación artificial, pero fue aceptada por la comunidad LGTBI como mal menor. Las dos opciones restantes, presentadas por la oposición, contemplaban recortes de derechos más severos y excluían la referencial al matrimonio. La aprobación de la primera, por 66 votos contra 27, acaba con un limbo legal de dos años durante el que 300 parejas habían solicitado casarse el próximo viernes pero ignoraban en qué condiciones.

Los tradicionalistas se impusieron en el referéndum del pasado noviembre al conseguir que se echara abajo la pretensión de aplicar el término matrimonio para las parejas homosexuales. Fue una decepción entre la comunidad LGTBI y los sectores progresistas que ven a Taiwán como un faro global. "Quizá no realizaron suficientes campañas de información, o quizás la sociedad aún no estuviera preparada. Los sectores religiosos consiguieron tocar la fibra apelando a valores tradicionales como la continuidad de la línea sanguínea y eso caló en las zonas rurales", explicaban recientemente en Taipei fuentes de la Taiwán Foundation for Democracy. Los contrarios al matrimonio gay han dibujado un sombrío horizonte de incestos, estafas en los seguros y niños confundidos por sus progenitores del mismo sexo. "No fue una batalla justa porque los conservadores cuentan con el apoyo de las iglesias y muchos recursos. Compraban espacios en la televisión y en los diarios para promover sus ideas y expandir 'fake news' en las redes sociales. Dijeron que los gays de todo el mundo vendrían a casarse con los gays taiwaneses y se aprovecharían de la seguridad social por lo que los gastos se harían inasumibles", sostiene por teléfono Sih-cheng Du, activista de la organización Taiwan Tongzhi.

El Parlamento se enfrentaba este viernes a la delicada tarea de emitir una ley que compatibilizara la igualdad de derechos que impuso el Tribunal Constitucional con el respeto a la definición tradicional de matrimonio que sentó el referéndum. El Gobierno ha defendido su propuesta como la cuadratura del círculo. Otros discrepan. Tseng Hsien-ying, de la Coalición para la Felicidad de Nuestra Siguiente Generación, denunció este viernes que el Parlamento "ha pisoteado la voluntad del pueblo de que un matrimonio y una familia estén formados por un hombre y una mujer, por un marido y una esposa".

"FAMILIAS DIVIDIDAS"

El asunto ha polarizado sin remedio a la sociedad taiwanesa, tan liberal en las ciudades como tradicional en unas zonas rurales donde arraiga el cristianismo y los viejos valores confucianos. Unos y otros han intensificado sus presiones y manifestaciones en la capital. "Ha dividido a familias, generaciones e incluso a grupos religiosos", reconocía Tsai. La presidenta subrayó el matrimonio gay en su programa electoral y algunos analistas aseguran que su resuelta implicación en la campaña puede perjudicar su reelección en las elecciones de enero. "Este viernes tenemos la oportunidad de hacer historia y mostrar al mundo que los valores progresistas pueden triunfar en una sociedad del este de Asia. Podemos mostrar que el amor vence, había tuiteado antes de la votación".

La etiqueta de primer país asiático que legaliza el matrimonio gay le ha servido a Taipei para reclamar por un día la atención global. Ningún país reivindica con más brío su democracia y su vibrante sociedad civil, subrayados como contrapunto a la dictadura de la otra orilla del estrecho de Formosa que pretende su segregación global. En las 35.000 personas que este viernes se agolpaban frente al Parlamento a pesar de la copiosa lluvia se adivinaba ese orgullo. "Los primeros de Asia" o "Taiwán es el camino a seguir", se leía en las pancartas.

"Aquí somos más liberales que en el resto de Asia, puedo mostrar afecto a mi pareja en la calle sin temor a ser acosado. Este es solo el primer paso, ahora lucharemos por la plena igualdad y nos esforzaremos más en la educación para convencer a los sectores más tradicionales y acabar completamente con el estigma", añadía Du.