TEtn agosto de 2002, María Galán confesaba a EL PERIODICO que las cacereñas no se ponían tanga. María regentaba una tienda reversible en la calle Sánchez Manzano que en verano se llama Oh mujer y en invierno, La boutique de las alfombras . Sin embargo, ese otoño, Gaudencio, que lleva dos tiendas de ropa interior por la zona de Pintores llamadas Zagala, se sorprendía en EL PERIODICO asegurando que las ventas de tangas estaban siendo impresionantes, sobre todo el de hilo dental femenino y también los masculinos en colores rojo, negro y gris con perforados, caladitos y transparencias. Dos años después, el tanga parece imprescindible.

Hace nada, mis compañeras de trabajo hablaban sin parar de las incomodidades del tanga. Hoy no protestan y creo que no es porque sean más cómodos, sino porque están de moda. Aseguran que es que así no se notan las costuras interiores, pero cualquier hombre avisado sabe perfectamente que mientras el tanga masculino te sorprende, el femenino se adivina e incluso llama más la atención que la braga de toda la vida, que ha acabado por convertirse en un reducto de elegancia y clasicismo. El cacereño Paco Martín ya cantaba hace un cuarto de siglo aquello de bien puestito el interior por si acaso algún bribón quisiera verlas a solas. Y Gaudencio, el de Zagala , me contaba hace dos otoños que la cacereña viste ropa interior juvenil aunque tenga más de 40. La otra tarde, una muchacha explicaba a voz en grito en Cánovas la razón de sus gustos: "Es que te pones una tanga y lo flipas". Pues eso.