THtay una abubilla en un alambre, EL PERIODICO en mi mano y un silencio de soneto ("comprendí el silencio de los cielos, las palabras humanas, jamás las entendí"). Detrás del porche se levanta una ermita del XVII. En el horizonte se adivina un pueblo extremeño: Ceclavín. Leo que Acebes compara este otoño con la España de 1936. Acabo el diario y vuelvo al libro: Jorge M. Reverte narra la batalla de Madrid en el otoño del 36. Hace 68 años, los comunistas sacaban a los presos derechistas de las cárceles de Madrid y los fusilaban en Alcalá y en Paracuellos. Mientras, las tropas franquistas no dejaban un liberal ni un izquierdista con vida en su avance hacia Madrid. ¿Pero sabe Acebes de qué habla?

La abubilla ha cantado un instante, después levanta el vuelo y se posa muy chula en el tejado de la ermita. Ceclavín es de izquierdas, pero los ceclavineros han pagado el arreglo de ese tejado. En el 36, las iglesias se quemaban. Es verdad que en el pueblo hay moros, pero vienen a trabajar, no a matar como entonces. Y se van a poder casar los homosexuales, pero ¿qué pretende Acebes, que se repita lo de Miguel de Molina y el maestro Solano, que tuvieron que huir de Cáceres para sobrevivir? Enciendo la radio, como mis abuelos en el 36, pero no suena Queipo de Llano glosando el paso del Estrecho, sino Paco Mangut narrando la victoria del Cáceres CB junto al Estrecho. Apago la radio. Retorna el silencio. Vuelvo al libro. Cambio a Reverte por Hölderlin: "Comprendí el silencio de los cielos, las palabras humanas, jamás las entendí".