Un jubilado que había trabajado toda su vida como taxista en Barcelona mató ayer de cuatro tiros a una médica de 34 años que se hallaba en el centro de salud de Moratalla (Murcia). La doctora María Eugenia Moreno, que falleció 15 horas después de recibir, de madrugada, tres disparos de pistola en el pecho y otro en la cabeza, se vio sorprendida por la agresión de este hombre al que no conocía. El presunto homicida confesó a la Guardia Civil que el arma con la que mató a la médica, un revólver marca Astra del calibre 32, se la encontró abandonada en su taxi barcelonés hace 15 o 20 años.

Los hechos ocurrieron pasadas las 12 de la noche de ayer, cuando el taxista, que regresó hace 10 años desde Barcelona a su pueblo natal de Moratalla, irrumpió en el centro médico y, sin mediar palabra, comenzó a disparar a la doctora. El hombre, de 74 años, efectuó otro disparo a un conductor de ambulancia que entró en la consulta al oír el tiroteo y que resultó herido en el tórax. A última hora de ayer, se encontraba fuera de peligro. Un enfermero del centro se libró de la agresión porque el taxista tuvo problemas con el arma.

PROBLEMAS CRONICOS La doctora fue trasladada en estado muy grave al hospital Virgen de la Arrixaca, donde falleció al mediodía. Estaba casada, tenía un hijo pequeño y se encontraba en el cuarto año de residencia. El juez decretó prisión provisional para el agresor. El presunto homicida había acudido al ambulatorio al mediodía del pasado martes por unos problemas crónicos de tipo asmático, pero se le citó para atenderle a las siete de la tarde. No debió de quedar muy contento, ya que, en vez de acudir a la hora indicada, se desplazó al pueblo de Caravaca de la Cruz para consultar su problema. Tras regresar a Moratalla, se presentó en el centro de salud y la emprendió a tiros.

El agresor, que tuvo que ser reducido por tres policías que acudieron al centro, es un hombre soltero que vivía solo y era muy introvertido. No tenía antecedentes ni problemas mentales conocidos y regresó a su pueblo para vivir en una casa antigua que rehabilitó. El delegado del Gobierno en Murcia, Rafael González, precisó que el arma no estaba legalizada y que el agresor "la llevaba habitualmente" desde que la encontró "de forma accidental" en su taxi, según confesó él mismo.