Ayer pesó la tarde sevillana. En sentido negativo, porque los toros aprovechables, que los hubo, no lo fueron, y Talavante, ayer con más ganas, tuvo un lote infumable. Lo mejor, sin duda, fue lo que hizo la cuadrilla de Castella.

Soberbia fue la lidia que dieron al segundo toro, picando lo justo y arriba José Doblado, llevándole largo Curro Molina con el capote y pareando Manuel Molina y Pablo Delgado, que siempre encontraron toro. Fue ese un astado justo de raza aunque dejaba estar. Castella no se entendió con él y la faena resultó insulsa, con el toro a menos y el diestro mecánico.

Esa buena lidia se repitió en el quinto. A caballo estaba Josele, que fue descabalgado en el primer encontronazo. Pero la única vara, midiendo el castigo, fue muy bella por cómo citó dando los pechos del equino. Pareó Curro Molina, con un gran tercer par, y resultó también espléndida la lidia de su compañero.

Ese quinto fue un toro bravucón, que tuvo una primera parte de faena transmitiendo y encontró a un Castella que le cuajó una primera tanda en redondo, encajado con el animal. Pero ahí se desvaneció todo, y es que uno cree que a estos toros tan justos de bravura, hay que poderlos con mesura al principio, llevarlos para que se confíen y poco a poco irles bajando la mano.

El primero del extremeño Alejandro Talavante fue un toro reservón en los dos primeros tercios. Así lo cantó, pues llegó a la muleta sin entrega y muy molesto porque en medio del muletazo echaba la cara arriba. Así es muy difícil querer llevar a un toro y por ello la faena no tuvo relieve.

Al sexto lo recibió a la verónica y ligó los lances ganando terreno hasta rematar en los medios. Tomó sólo dos picotazos, porque ya se veía a ese torrealta que tardeaba en los capotes. Alejandro se puso sin más en los medios y le dio dos tandas con la diestra buenas y ligadas. Después, al natural, ya tuvo que sacar los pases de uno en uno, muy cruzado pero sin toro.

Contar lo que Javier Conde, un día sí y otro también, hace en los ruedos, no deja de ser un ejercicio de buena voluntad. Así, con tanto miedo y tantas prevenciones, es imposible hacer el toreo. Tuvo el toro de la tarde, un animal serio, con cuajo, que se desplazaba en el recibo a la verónica, que fue bravo en el caballo y llegó al último tercio con gran clase por el pitón derecho. Sólo le dio una tanda con el estaquillador cogido por la punta, desplazando al toro hacia fuera, sin ajuste. Después se apoderaron de él las dudas.

Con el que abrió plaza anduvo igual. Fue noble pero no transmitió y Conde a lo más compuso la figura en algunos momentos. De torear, nada de nada.